Reseña del libro
Prosperidad
sin crecimiento. Economía para un planeta finito.
Tim Jackson
( Traducción de Ángel Ponziano)
Barcelona : Icaria, 2011
Escrito por Luis Roca Jusmet
Con sus pros y sus contras, el libro que nos
ocupa es imprescindible para cualquier ciudadano que quiera reflexionar sobre
el mundo que vivimos y sus alternativas. Tiene la virtud de poner sobre el
tablero, sin demagogia, las preguntas esenciales y los escenarios posibles para
el futuro. ¿ Qué mundo queremos ¿ Qué criticamos del mundo presente? ¿ Qué
proponemos? ¿ Cómo lo conseguiremos ?. Tim
Jackson no es revolucionario, no forma parte del movimiento antisistema.
Es una académico serio, honesto y lúcido al que el gobierno laborista británico
encargó un informe sobre Estilos de Vida, Valores y Medio Ambiente. La
orientación del libro pone de manifiesto este origen. Jackson parece dirigirse
a la vez a los gobernantes y a los ciudadanos para que cambien respectivamente
sus políticas y sus hábitos. Quizás esta sea la parte más cuestionable del
libro, la de considerar que será la buena voluntad de los gobernantes y de los
ciudadanos las que transformaran las cosas. Transformación que para Jackson no
debe ser producto de una revolución, que fácilmente llevaría al caos, sino de
reformas ordenadas pero radicales. El problema es que me parece evidente que
los poderes establecidos, tanto económicos como burocráticos, tienen demasiados
intereses y poca voluntad de cambio real. Difícilmente serán los sujetos
voluntarios de esta propuesta de Jackson.
Pero, al margen de lo anteriormente planteado,
el libro tiene una gran consistencia, una lógica rigurosa e impecable y una
claridad expositiva ejemplar. Empieza por una definición de prosperidad muy
interesante, que considera el punto de partida esencial. La define como el
desarrollo de las capacidades florecientes de los seres humanos con recursos
limitados en un planeta finito. Estas capacidades son los potenciales humanos
que nos permiten sobrevivir en un mundo en el que nos sentimos seguros y confiados,
en el que nos sentimos pertenecientes a una comunidad y cooperamos para
conseguirlo. Se trata de recoger la libertad de los antiguos ( la de participar
en los asuntos comunes) y la de los modernos ( la de las elecciones
personales). Equilibrar el bien común y los intereses individuales. Un contrato
social bien entendido siendo conscientes de nuestros límites, que vienen
marcados por la ecología. La prosperidad, esta es la hipótesis del libro, no
implica crecimiento. Por el contrario el crecimiento sin límites conduce a un
consumismo sin sentido que no conduce a la felicidad, a una distribución
totalmente desigual de los bienes y recursos y es, además insostenible. La
felicidad colectiva, es decir, la prosperidad, es responsabilidad social y nos
incumbe a todos. Debe ser justa y duradera. Es imprescindible vincular la
economía con la sociedad y con el medio ambiente. Hay que introducir elementos
éticos y morales en la economía. ¿ Estamos tan cegados por la ideología neo
liberal que no nos atrevemos a hacer previsiones por miedo a la verdad ? ¿ tan
irresponsables somos ? Las preguntas van dirigidos a todos pero, sobre todo, a
los que nos gobiernan.
Estamos en un círculo vicioso, consecuencia de
la irresponsabilidad social, básicamente de nuestros dirigentes económicos y
políticos. Y de sus ideólogos, los neoliberales que nos han hecho comulgar con
ruedas de molino, presentando como ciencia lo que no es más ideología. La gran
trampa de los economistas convencionales falsamente científicos es el mito del
P.I.B. La gran trampa del P.I.B. Es que no contabiliza muchas actividades que
son trabajo no lucrativo ( el trabajo doméstico, de voluntarios...) ni tampoco
los daños ecológicos ni el endeudamiento. Otro de los fetiches es el del
aumento de la productividad laboral, que en realidad lo que hace es destruir
puestos de trabajos, comunidades y al medio ambiente.
El crecimiento no ha conducido a un mundo
mejor, sino a una máquina de consumo en la que lo único que importa es tener
más. El crecimiento-consumo sin límites
genera una profunda desigualdad por un lado e infelicidad y frustración
por otro. El capitalismo es un sistema cada vez más parasitario que se alimenta
del endeudamiento, tanto privado como público. Todo ello sin contar lo que
podríamos llamar la deuda ecológica, es decir al impacto ecológico del
crecimiento-consumo. Se está empeñando la prosperidad del futuro.
¿ Cuales son las propuestas de Tim Jackson ?
La primera que analiza y que considera insuficiente es la del New Deal Verde
Mundial. Está claro que decir que es insuficiente quiere decir que hay que ir
más allá, porque ni tan solo esta propuesta es considerada seriamente por los
centros de poder económicos y políticos globales. Se trataría de una inversión
pública en seguridad energética, en infraestructuras que reduzcan las emisiones
de carbono y en protección ecológica. Debería estar orientada a liberar
recursos energéticos mediante la reducción de gastos energéticos y de
materiales. De reducir la dependencia a
los productos energéticos que implican alianzas geopolíticas conflictivas.
También de favorecer puestos de trabajo en industrias ambientales que protejan
los activos ecológicos valiosos y que reduzcan las emisiones de carbono.
Potenciar las infraestructuras naturales : agricultura sostenible y producción
de ecosistemas. Impulsar el desarrollo de las energías renovables y de
tecnologías reductoras de emisiones. Proyectos, por ejemplo, de aislamiento
térmico de edificios, de red eléctrica inteligente, de energía solar y eólica.
Paralelamente impulsar medidas fiscales contra las industrias contaminantes.
Esta propuesta no le parece insuficiente por el cuestionamiento de la idea de
crecimiento sostenible.
Jackson no utiliza el término decrecimiento.
No lo hace porque la complejidad del mundo plantea que en algunos países sí
puede ser necesario un crecimiento: crecer en unos y decrecer en otros.
Deberíamos cambiar la idea de crecimiento, que no estuviera ligada a la
producción y al consumo. Podemos crecer sumamente, socialmente con trabajos inmateriales,
como la ayuda a las personas dependientes, por ejemplo. La propuesta de Jackson
es la de una Macroeconomía ecológica que mantuviera los límites ecológicos
según los criterios del bien común.
Buscar una estabilidad sin crecimiento donde repartamos el trabajo, lo
cual implica una transformación radical difícil pero imposible. Serían
necesarios cambios en la estructura económica
y en los valores, en las actitudes y en los estilos de vida. Es
necesario volver a vincular la economía, la sociedad y el medio ambiente y no
considerar a la primera como independientes de las anteriores. Ir hacia un
modelo de simplicidad voluntaria en la forma de vivir. Políticamente hay que
volver a la idea de contrato social y no depender de suprapoderes, como el
económico : el poder político democrático ha de ser soberano. Esto implicaría
un cambio tecnológico masivo, una voluntad política determinante y unos cambios
sistemáticos en los patrones de demanda de consumo y una campaña internacional
a favor de la transferencia de tecnologías para alcanzar reducciones
substanciales en la utilización de los recursos globales. Las cosas van, en
realidad, en sentido contrario. Esta es la cuestión. La pregunta que planteaba
al inicio vuelve a aparecer ¿ Quién será el sujeto del cambio ? Estoy de
acuerdo con Jackson que no hemos de pensar en revoluciones violentas sino en
reformas progresivas y radicales.
Pero
los gobiernos oligárquicos liberales no los harán. Ni el sistema capitalista lo
permitirá desde su lógica y desde sus centros de poder. La transformación no
será suave ni tranquila, por mucho que lo queramos. Jackson es consciente de que hay que cambiar,
como él dice, las estructuras de las economías de mercado. Pero su concepción
del capitalismo no es demasiado consistente. Le falta la visión de un
Wallernstein para entendelo como un sistema mundial. Jackson habla de
diferentes capitalismos, como si fueran sistemas nacionales. La diferencia que
finalmente acepta entre capitalismo y socialismo, que sería la propiedad
privada o estatal de los medios de producción me parece menos convincente que
la que plantea Wallernstein, que ve en el capitalismo una lógica económica
global determinada por el aumento ilimitado del capital. Un sistema que tiende
al monopolio y al oligopolio, por mucho que tienda a mercantilizarlo todo. En
este sentido capitalismo quiere decir crecimiento y luchar contra el
crecimiento quiere decir ser anticapitalista. Hay también una actitud demasiado
conciliadora con los poderes políticos reales.
En
todo caso me parece un libro excelente, un instrumento muy útil para entender
que otro mundo es posible y es necesario.
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