Escrito por Luis Roca Jusmet
Uno de los grandes neurocientíficos
vivos, Antonio Damasio, considera la eclerososis lateral amiotrófica
( E.L.A.) como una de las dos enfermedades neurológicas más
crueles. En esta enfermedad, que es una afección degenerativa del
cerebro, los pacientes pierden gradualmente la capacidad de moverse,
de hablar, y al final, de tragar, todo ello sin perder la
conciencia. Tony Judt, un brillante historiador del siglo XX que ha
escrito libros de historia muy interesantes, padeció esta enfermedad
hasta su reciente muerte.
Lo que resulta impresionante, como gesto trágico y catártico al mismo tiempo, es que Judt escriba un libro ( El refugio de la memoria ) como una manera de vivir a través de sus recuerdos frente frente al implacable proceso degenerativo de su enfermedad, que le impide disfrutar el presente, es decir, su cuerpo actual. Consciente de sí mismo y de la lógica implacable del proceso quiere salvar lo poco que lo que le queda de vida a través del recuerdo. Con este trabajo sobre la memoria consigue que el recuerdo reviva en el presente.
Lo que resulta impresionante, como gesto trágico y catártico al mismo tiempo, es que Judt escriba un libro ( El refugio de la memoria ) como una manera de vivir a través de sus recuerdos frente frente al implacable proceso degenerativo de su enfermedad, que le impide disfrutar el presente, es decir, su cuerpo actual. Consciente de sí mismo y de la lógica implacable del proceso quiere salvar lo poco que lo que le queda de vida a través del recuerdo. Con este trabajo sobre la memoria consigue que el recuerdo reviva en el presente.
Tony Judt
deja constancia de su deterioro progresivo y de las consecuencias
cotidianas, terribles que le suponen. Después va analizando
libremente, sin seguir unas pautas que le puedan coaccionar,
diferentes aspectos de su vida. Este testimonio tiene un
valor personal inmenso, como testimonio de una grandeza de carácter
que le permite mantener una vida mental activa en unas circunstancias
tan duras. Literariamente Judt escribe bien y la lectura de su libro
es fluida. Pero el interés que tiene el texto, más allá de lo
dicho anteriormente, es que Judt es un buen testimonio de una generación de
la izquierda, la de los europeos nacidos poco después de finalizar
la Segunda Guerra Mundial ( 1948). Hay más detalles biográficos
específicos, por supuesto, como el de ser de origen judío y el
haber nacido en una familia humilde de Londres. Pero hay en Judt una
veracitat, una voluntad de ser lúcido consigo mismo, con los demás
y con su época que hacen de el libro una lectura muy sugerente.
También resulta, en mi opinión, un elemento fundamental la tensión
que hay entre su formación y vida académica y sus experiencias
personales. Judt no es "una rata de biblioteca" sino un
hombre muy vital que no se conforma con el prestigio académico.
Quiere vivir las cosas por sí mismo y tiene además un compromiso de
izquierda que lo hace muy atractivo con los que podemos
identificarnos con él. Hay una ironía que se trasluce en temas como
el de la corrección política en EEUU o los izquierdismos
estudiantiles de los años 60 y que contrasta con la seriedad con que
trata cuestiones como la disidencia en los países del Este en los
años 80.
Una parte autobiográfica que me ha
resultado especialmente clarificadora que es la de su experiencia de
los kibbutz de Israel. Creo que es un tema sobre el que la
izquierda no ha definido mucho por lo espinosa ambivalencia hacia el
pueblo judío. Judt habla desde sus vivencias y desde una distancia
crítica que siempre le acompaña y que lo diferencia de cualquier
converso. Pero faltan, evidentemente, referencias al pueblo
palestino. También resultan sugerentes algunas reflexiones sobre la
Universidad, aunque quizás mantienen una cierta concepción
elitista. Es interesante que Judt tenga la coherencia de defender la
tradición socialdemócrata en un momento en que padece tanto descrédito.
Su
línea está dentro del excelente planteamiento de Immanuel Wallernstein
de un ciencia social histórica ligada a una posición éticopolítica. Es
decir, que un científico social debe pronunciarse y definirse en la
narración de los hechos que presenta. Judt lo hace con su decidido apoyo
a la construcción de los Estados del Bienestar, siempre desde una
perspectiva razonablemente igualitarista y democrática. Denuncia la
infamia de la política neoliberal que desmonta estas conquistas
cargándolas sobre las espaldas de los trabajadores. Nos da abundante
información empíricapara apoyar su
planteamiento. El historiador, que ha estudiado en profundidad la
disidencia en la Europa del Este en otros lugares, concluye que la
experiencia comunista es un fracaso histórico. Ironiza sobre las corrientes de la nueva izquierda que
aparecen a partir de los años 60 en Europa y en EEUU, reduciéndolo a la
defensa de un liberalismo radical de jóvenes universitarios de
procedencia burguesa. Aquí es demasiado unilaterial, nos hace perder excelentes contribuciones
teóricas y prácticas para pensar en el futuro de la izquierda.
Nos presenta los malestares sociales actuales como
consecuencia de un mundo desgraciadamente perdido, que era el de las
políticas socialdemócratas, en la que había una buena consideración
ciudadana de lo público. Pero aparecen muchas preguntas : ¿ Si queremos
ser justos no tendríamos que enmarcar esta riqueza en la división entre
países centrales y países periféricos, que son los que en cierta parte
lo hacen posible a costa de su explotación ? ¿ No tendríamos que
analizar más a fondo el precio ecológico que ha supuesto esta riqueza ? ¿
Cual ha sido la responsabilidad de las políticas socialdemócratas en
el mantenimiento de esta división y en la destrucción del medio ambiente
? ¿ Y en las guerras de países africanos ? Son preguntas dispersas pero
que llevan a cuestionar la política socialdemócrata como proyecto
emancipa torio. ¿ No sería mejor considerar que la socialdemocracia,
igual que el comunismo ha fracasado como proyecto emancipatorio ? ¿ No
sería más conveniente considerar que es necesario y urgente construir
otro proyecto aceptando lo que hay de aprovechable en la experiencia
histórica de todos los movimientos inicialmente emancipatorios ? Pero
Judt insiste en mantener la palabra socialdemócrata, vinculado a
una experiencia política que ha conducido a plegarse totalmente al
neoliberalismo y a desaparecer como alternativa. No quiere utilizar la
palabra socialismo para no
asustar a los ciudadanos. No quiere criticar abiertamente el capitalismo
para no levantar el fantasma del comunismo y el recuerdo del socialismo real.
Pienso que es Wallernstein el que nos plantea el análisis más lúcido del Capitalismo como Sistema-Mundo en el que domina la lógica de la acumulación y tiene el Estado como instrumento para conseguirlo. El problema no es el mercado, el problema es la acumulación de capital como motor del sistema. ¿ Donde aparecen, por ejemplo, las multinacionales ? Efectivamente el Estado cristaliza la lucha de clases y es ambivalente pero si no combatimos la lógica del capitalismo y sus centros de poder el Estado del Bienestar no es posible más que coyuntural mente, como de hecho lo ha sido. Hay también en Judt una confusión propia de la socialdemocracia entre liberalismo como sistema parlamentario y democracia en su aspecto fuerte. Este segundo sentido también es incompatible con la democracia. De hecho la socialdemocracia ha contribuido, tanto como los partidos de derecha, a crear una casta burocrática de políticos y sindicalistas burocráticos que también han perjudicado mucho el movimiento democrático real. Y en la construcción de un Estado muy alejado de los ciudadanos.
Pienso que es Wallernstein el que nos plantea el análisis más lúcido del Capitalismo como Sistema-Mundo en el que domina la lógica de la acumulación y tiene el Estado como instrumento para conseguirlo. El problema no es el mercado, el problema es la acumulación de capital como motor del sistema. ¿ Donde aparecen, por ejemplo, las multinacionales ? Efectivamente el Estado cristaliza la lucha de clases y es ambivalente pero si no combatimos la lógica del capitalismo y sus centros de poder el Estado del Bienestar no es posible más que coyuntural mente, como de hecho lo ha sido. Hay también en Judt una confusión propia de la socialdemocracia entre liberalismo como sistema parlamentario y democracia en su aspecto fuerte. Este segundo sentido también es incompatible con la democracia. De hecho la socialdemocracia ha contribuido, tanto como los partidos de derecha, a crear una casta burocrática de políticos y sindicalistas burocráticos que también han perjudicado mucho el movimiento democrático real. Y en la construcción de un Estado muy alejado de los ciudadanos.
Estas
críticas, de todas maneras, no son para cuestionar la posición política
de Judt sino para matizarla, para
enriquecer el debate que el mismo autor nos presenta. Su estilo abierto,
poco dogmático y muy crítico, contribuye precisamente a ser un buen
material para la reflexión
colectiva de la izquierda.
La obra de Judt es, en resumen, un documento más, necesario y útil, a partir del cual pensar la necesaria reconstrucción de una nueva izquierda democrática, que solo puede se socialista en el sentido amplio de la palabra.
La obra de Judt es, en resumen, un documento más, necesario y útil, a partir del cual pensar la necesaria reconstrucción de una nueva izquierda democrática, que solo puede se socialista en el sentido amplio de la palabra.
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