Luis
Roca Jusmet
Cornelius Castoriadis (1922-1997) griego de origen y francés de adopción es uno de los referentes contemporáneos para una democracia radical. Aquí teneis un video con una breve entrevista. Si entrais en el post podreis oirle en una más larga entrevista radiofónica y/o leer un artículo bastante amplio que he elaborado sobre este gran teórico de la izquierda creativa.
A
pesar de que él sabía perfectamente que ésta no podía quedar
cerrada, porque la coherencia es de suyo creación, porque él no era
el único ser pensante –por mucho que a cada cual le cueste admitir
eso- y porque quedan tantas preguntas por responder (una infinidad,
precisamente una infinidad). Hay una de ellas en concreto que
Castoriadis, con todos nosotros en Socialismo o Barbarie, hemos
ignorado, no fuimos los únicos, pues ante ella el pensamiento del
siglo, y en última instancia la razón humana misma, vacila o pasa
de largo. Me estoy refiriendo, evidentemente, a la cuestión
planteada por el hecho concentracionario, la Shoa, los genocidios, es
decir el derrumbamiento, bajo los golpes del nihilismo capitalista,
de la certidumbre de “questo è un uomo”. Tal vez Castoriadis
hubiera debido considerar este espanto ante lo indeterminado del ser,
germen de toda la locura del siglo XX, como una de las
“significaciones imaginarias” (por emplear su vocabulario)
centrales de la sociedad moderna, Por otra parte ¿cómo se entreteje
esto con la búsqueda de la autonomía? ¿Sabremos vivir con esta
angustia sin volvernos locos? ¿Seremos capaces de darle la vuelta,
transformándola en goce de la libertad? Etc. Estos interrogantes –y
otros, ciertamente- a los que Castoriadis no respondió dejan su obra
no solamente inacabada sino abierta.
Daniel Blanchard
Cornelius Castoriadis (1922-1997) griego de origen y francés de adopción es uno de los referentes contemporáneos para una democracia radical. Aquí teneis un video con una breve entrevista. Si entrais en el post podreis oirle en una más larga entrevista radiofónica y/o leer un artículo bastante amplio que he elaborado sobre este gran teórico de la izquierda creativa.
Cornelius
Castoriadis fue un filósofo comprometido en un proyecto
revolucionario de tipo emancipatorio. Tuvo la lucidez de desmarcarse
de las concepciones dogmáticas de la izquierda y mantener como
esencial del proyecto socialista la autonomía personal y la
autogestión colectiva. Cada vez más insistió en que la experiencia
democrática griega y europea era la única vía que recogía
históricamente este proyecto de manera consecuente. La democracia
es, para Castoriadis, la sociedad que se crea a sí misma a partir de
la participación activa de los ciudadanos y la deliberación sobre
el bien común. Lo que hoy recibe engañosamente este nombre no es
más que una oligarquía liberal al servicio de una sociedad
capitalista y burocrática.
Cornelius
Castoriadis nace en Constantinopla el año 1922. A los 15 años se
afilia a las Juventudes comunistas. Estudia Derecho y Economía y
participa en la resistencia antinazi desde la ocupación de abril de
1941. Este mismo año funda un grupo clandestino para reformar el PC
griego, aunque al año siguiente optará por el troskysmo,
adhiriéndose a la organización liderada por Spiros Stinas.
El
año 1945 llega a Francia, se afilia al PCI troskysta pero pronto
funda con Claude Lefort una tendencia disidente.. En 1948, después
del V congreso, rompen con el partido y fundan el grupo “Socialismo
y barbarie”, activo hasta el año 1967. Los análisis teóricos del
grupo serán muy innovadores en el campo de la izquierda, ya que
optan por un socialismo autogestionario, criticando el papel
dirigente de los partidos. Y cuestionan el papel del Estado, al que
presentan como una estructura burocrática y antidemocrática. El
grupo se autodisuelve y Castoriadis abandona la práctica política
directa para dedicarse a la filosofía y al psicoanálisis, mientras
ejerce de profesor de Filosofía en la École des Hautes Études en
Sciencies Sociales entre 1980 y 1995. Murió el año 1997, a los 75
años.
Podemos
considerar que la reflexión sobre la democracia es el hilo conductor
de la reflexión política de Cornelius Castoriadis desde que se
disuelve “Socialismo y Barbarie”, recogiendo además todo el rico
debate acaecido en el interior del grupo. Este planteamiento radical
de la democracia se contrapondrá a los planteamientos marxistas de
tipo althusseriano que consideran la democracia como un instrumento
de la burguesía. Para Castoriadis la democracia y el socialismo son
el único proyecto emancipatorio posible, ya que se basan en la
autonomía y en la autogestión. La voluntad revolucionaria de
Castoriadis se mantendrá a lo largo de su vida y de su obra en este
proyecto, eje de la continuidad en su maduración personal y
política. Pero es necesario recuperar el contenido radical de la
palabra democracia en contra de su apropiación por parte de
oligarquía liberal.1
Castoriadis plantea desde Socialismo
y Barbarie un proyecto global
autogestionario contrapuesto a la jerarquía.2
La definición precisa de jerarquía es la de la división estricta
entre una minoría que dirige (decide) y una mayoría que obedece
(ejecuta). Los primeros tienen un poder y unos privilegios que no
tienen los segundos. En la sociedad actual disponen del poder los
expertos y los políticos profesionalizados que supuestamente
representan a un colectivo que no los controla. Es una sociedad
tecnocrática políticamente dirigida por una oligarquía, sea
totalitaria o liberal. Se supone que sólo una minoría es competente
para la función directiva, que ejerce además un poder coercitivo
para resolver los conflictos. La autogestión es una alternativa en
la cual las decisiones son colectivas y la sociedad es capaz de
dirigirse a sí misma pero la autogestión implica necesariamente
información y formación por parte del grupo. Pero la autogestión
es algo más que gestión colectiva, es autonomía, es la
autoinstitución de una sociedad por ella misma, la autocreación
consciente y colectiva del propio imaginario social, es decir las
propias significaciones imaginarias.3
A
medida que Castoriadis va madurando su proyecto político
autogestionario cada vez lo vincula más a la democracia. Se
contrapone a la concepción marxista que considera que los derechos
son burgueses y formales y están establecidos en interés del
capitalismo, como ideología para ocultar la explotación. La
historia demuestra, dice Castoriadis, que la democracia y los
derechos adquiridos son producto de la lucha popular anterior a este
sistema económico y que no son una justificación política del
mercado. La
democracia es la única isonomía, es decir la única manera de
plantear la igualdad para todos delante de la ley. Es por definición
socialista, autónoma y libre y sólo ella posibilita un espacio
social autogestionario donde la libertad sea efectiva, social y
concreta. Los objetivos de la democracia, es decir, de la política
son la igualdad y la libertad, que no son contrapuestos sino
complementarios. Implica necesariamente una participación
instituyente en el poder.4
En contra de lo que plantean los anarquistas (y en cierto sentido
también Marx) las instituciones explícitas de poder son necesarias
en cualquier forma social.5
No tiene sentido para Castoriadis plantear la sociedad como contrato,
acuerdo o pacto ya que el individuo es un producto social. Sin
socialización no hay seres humanos y ello implica instituciones y
significaciones imaginarias colectivas que van conformando el
individuo social. El poder es la capacidad de legislar, de ejecutar,
de gobernar y de zanjar litigios. La ley es necesaria pero en la
democracia es producto de la autonomía social basada en la autonomía
individual. Esto quiere decir que es el conjunto de la sociedad la
que crea, mantiene y transforma estas instituciones y autogestiona
esta ley. La autonomía es la libertad bajo una ley hecha por todos.
Planteando
la democracia como un proyecto socialista autogestionario Castoriadis
se contrapone al proyecto democrático-liberal6.
La primera crítica sería la de la separación que establece el
liberalismo entre el espacio privado y el espacio público, tal como
se ve claramente en uno de sus principales teóricos, John Stuart
Mill. (1997). Castoriadis mantiene la separación entre el espacio
privado (Oikós), el privado/público (Ágora) y el totalmente
público (Ecclesia). No podemos eliminar el espacio intermedio del
Ágora porque es el propiamente político, ya que es el lugar donde
los ciudadanos hablan cotidianamente de los problemas públicos.
Implica una libertad de palabra, de pensamiento y de crítica sin
límite que tiene como función una permanente reflexión colectiva.
El paralelo del espacio público es el tiempo público, que es una
reflexión crítica sobre la propia historia (cómo en la
Oración fúnebre de Pericles).
De manera contraria reducimos la libertad y la propia historia a una
narración personal y dejamos la política, en el mejor de los casos,
a una gestión basada en el principio moral de la compasión.
La
otra crítica es que la democracia ha de estar total y necesariamente
vinculada al bien común y el único sentido aceptable del pluralismo
es la aceptación de diferentes interpretaciones de cómo defender
este bien común. En ningún caso podemos considerar que la
democracia es el espacio donde cada grupo social defiende sus
intereses particulares7
La democracia no puede ser instrumental, una supuesta canalización
de los intereses particulares en los que gana la mayoría como
plantea el utilitarismo liberal. Esto no quiere decir, por supuesto,
que no tengan que existir mecanismos para la protección de las
minorías, pero planteado en términos de derechos no de intereses.
Tampoco está de acuerdo con la concepción liberal de la libertad,
que la entiende como indeterminación, es decir cómo capacidad de
elección. Castoriadis (2007) afirma que para él la libertad es
creación y que ésta es determinación. En este sentido podríamos a
vincular a Castoriadis con Kant, porque aunque éste dice que la base
de la libertad es la indeterminación la única forma de ejercerla es
autodeterminarse a través de la decisión, en este caso con la ley
moral (1996).
Las
sociedades autónomas, es decir democráticas, son las únicas que
permiten la política, ya que éste es un ejercicio colectivo. Son
necesarias instituciones que ejerzan un poder, pero éste no
determina la existencia de un Estado, que es un peligro para la
democracia. Los orígenes históricos de la Democracia y del Estado
son totalmente diferentes, mientras que la primera es un invento
griego, el Estado lo es en cambio de sociedades radicalmente
antidemocráticas: Mesopotamia, Este y Sudeste asiático y la
Mesoamérica precolombina. Es un aparato burocrático jerárquicamente
organizado que es necesario que desaparezca con la realización del
proyecto democrático.
Castoriadis
defiende la necesidad de las instituciones, pero critica las
instituciones burocráticas, en la medida en que éstas son
jerárquicas y se separan de la sociedad. Las instituciones deben ser
democráticas, lo cual quiere decir que es la propia sociedad la se
organiza establemente con una función social. Otra cuestión es el
de la cultura democrática,8
tema que también es fundamental en su contenido. En primer lugar
plantea la necesidad de considerarla como algo para cualquiera y por
tanto no elitista. En segundo lugar Castoriadis critica la teoría
estalinista de la cultura como algo burgués. En el debate el
filósofo griego formula una definición provisional de cultura, que
la identifica con el imaginario social, más allá de la dimensión
instrumental y técnica.
Castoriadis
mantiene sin ambigüedades que la democracia es un invento
estrictamente griego retomado posteriormente en la Europa moderna. La
democracia nacería así con la filosofía, que es también
específicamente griega y cuyo precedente podemos encontrarlo en el
propio Homero, que es quién introduce la noción de imparcialidad.
Es la capacidad de una
sociedad de autoinstituirse, es decir, de dotarse del poder de
crearse a sí misma. Esto implica la aparición de una mirada crítica
que puede juzgar, elegir y decidir lo que considera mejor para sí
misma.9
Lo que no acaba de precisar Castoriadis es la relación
contradictoria entre la práctica democracia y la aparición de la
filosofía. Es evidente, y sobre ello Castoriadis insiste
repetidamente, que hay un relación entre la aparición de la
democracia y la de la filosofía, como expresiones de una sociedad
que reflexiona críticamente sobre sí misma, que se acostumbra a la
argumentación y que no acepta el poder de la tradición. Pero hay un
elemento contradictorio en la filosofía política de Platón
aparezca como crítica a la democracia.10
En
la democracia originaria griega, los gobernantes son resultado del
azar y no de la elección, ya que consideran que ésta, al buscar los
mejores, está inspirada en un principio aristocrático. Sólo los
expertos pueden ser elegidos bajo el criterio de seleccionar el mejor
en función de su capacidad técnica. Pero la política es una
capacidad universal propia de cualquier ciudadano y el poder de
representar al colectivo debe basarse exclusivamente en la
responsabilidad delante de los iguales. La política es opinión, no
es un saber como diría Platón, ni una técnica, como dirían los
tecnócratas modernos. El planteamiento democrático griego se basa
en la separación radical entre el gobierno (política) y la
administración (técnica). No hay continuidad, sigue Castoriadis,
entre la democracia (que se corresponde con el primer registro) y el
Estado (que corresponde al segundo). El límite necesario para la
autonomía es la autolimitación, ya que no hay ninguna Ley divina ni
natural que la fundamente. El ejemplo griego, concluye Castoriadis,
es el de una democracia con contenido, en el cual la política es el
intento de vivir en común con la Sabiduría, en la Belleza y
queriendo el Bien común.
Para
Castoriadis la referencia, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo
la Grecia antigua en general y la Polis ateniense en particular. La
noción de democracia aparece
en el imaginario griego como la matriz básica de la que surgen los
conceptos, las creencias que determinarán las normas y las
instituciones de un país. Castoriadis vuelve aquí sobre sus temas
claves pero enriquecidos con unas aportaciones nuevas.12
La primera es el planteamiento de que la democracia es un ejercicio
basado en la supuesta sinceridad y no en el presupuesto moderno de
que una cosa es lo que se dice y la otra lo que se hace. Hay un
compromiso entre la palabra y la verdad, tema que también tratará
de una manera complementaria Michel Foucault (2004) La segunda es la
consideración de que en el imaginario griego el hombre queda
definido por su mortalidad, por su finitud, lo cual convierte la vida
humana en trágica. El peligro es la Hybris,
la desmesura que lleva necesariamente al desastre. No es una Ley
externa la que marca el límite, ya que éste lo ponemos los humanos
en función del mesotes,
el sentido de la medida. Esto supone una tensión permanente en
nuestras decisiones, ya que nunca tienen garantías de ser las
acertadas. El tercer aspecto es la ontología griega que considera
que el Ser está siempre entre el Caos y el Cosmos. El Ser no es por
tanto necesariamente ni bueno, ni racional ni justo. La idea
contraria la formulará Platón y se consolidará con el
cristianismo.
La
conclusión de Castoriadis es que hay que aprender de los griegos sin
pretender volver a ellos. Aunque ve la democracia griega como
superior a la moderna que se desarrolla en Europa a partir de los
siglos XI-XII, considera que en esta segunda etapa hay planteamientos
que superan a la primera. Una es la universalidad de la democracia,
es decir de la ciudadanía. La otra es que la democracia, es decir la
política, se extiende a todos los ámbitos. Para los griegos la
propiedad y la familia están en el ámbito privado que no entra en
este registro.
A
partir del final de la Segunda Guerra Mundial, en los años 50,
Castoriadis es consciente que el poder tecnocrático, burocrático,
mediático y económico es el principal peligro para el proyecto
democrático. Hay una aceptación de esta situación basada en un
conformismo generalizado producido por la sociedad de consumo. Hasta
la Segunda Guerra Mundial existían los conflictos sociales y
políticos. Cada vez más rápido se desplaza la política hacia el
marketing. Es el dominio de lo que Castoriadis llama la
insignificancia.13
Ya no hay ideas políticas, sólo eslogans publicitarios que aunque
supuestamente defienden ideologías contrapuestas en realidad son
formas similares de gestión tecnocrática del Estado.
La
democracia es un régimen, no sólo un procedimiento formal
(Castoriadis, 1998). Necesita una serie de condiciones, de
contenidos, cómo son la equidad, la educación y la cultura
democrática. Estamos en una oligarquía liberal, un sistema electivo
de carácter elitista con grupos sociales bien protegidos en
posiciones de poder. Su paradigma es la partitocracia. Las reglas del
juego entre partidos están producidas por las oligarquías que
dominan sus estructuras jerárquicas. Son instituciones burocráticas,
no instituciones democráticas. Los políticos profesionales hacen
politiquería, no política.
La
política implica acceder al poder para gobernar pero hoy no se
gobierna, sólo se gestiona y con diferente retórica todos lo hacen
de manera parecida. Los políticos profesionales representan grupos
de poder y sobre todo se representan a sí mismos. Es una
contra-educación democrática porque se le dice a la gente que la
política es cuestión suya, de expertos. La democracia no puede ser
representativa porque no podemos delegar en otro la capacidad de
decisión y menos de una manera inequívoca, no revocable, cada
cuatro o cinco años. Los supuestos representantes, además, no
tienen poder ya que el poder decisorio y único lo tiene la
oligarquía que controla el partido dominante. Éste impone sus
decisiones en el Parlamento y gobierna en el mal llamado poder
ejecutivo, que no se dedica a ejecutar las leyes sino a gobernar al
margen de ellas, ya que la mayoría de decisiones no están
especificadas legalmente.14
Es
también el proceso, iniciado en los años 60, de la privatización.
Las gentes se han replegado en sus casa,, en su vida familiar o
solitaria. Los valores dominantes son el dinero, la tecnociencia y la
burocracia. La globalización manifiesta de una forma muy clara que
la democracia es incompatible con el capitalismo a nivel mundial
deciden cada vez más poderes financieros anónimos. La política se
devalúa convirtiéndose en marketing y el juego económico se parece
cada vez más a un casino. 15
La
primera aportación de Castoriadis al debate sobre la democracia es
el de su propia definición y su origen. El debate que plantea
Castoriadis es a partir de una concepción de democracia como
sociedad autoinstituida, es decir capaz de cuestionar y de decidir
sobre sus instituciones. Aceptar que en la historia de las diversas
sociedades se han dado experiencias democráticas implica cuestionar
la concepción teórica de Castoriadis. Aquí se plantea un debate
muy interesante que podemos enriquecer en función de aportaciones
que Castoriadis no cita. Pierre Clastres, una década más joven que
Castoriadis y que murió muy prematuramente plantea en una serie de
textos bien articulados entre sí y basados en su experiencia en las
sociedades primitivas indias(2010). Clastres de la existencia de una
sociedad sin Estado como modelo auténticamente democrático. Aunque
hay un planteamiento paralelo al de Castoriadis en su crítica
radical del Estado, lo que defiende el antropólogo es que la
democracia existía en algunas sociedades primitivas y no sólo en
Grecia. Pero Castoriadis (2007) defiende explícitamente que las
sociedades primitivas son heterónomas y no autónomas. Aunque en
estas sociedades no existieran jerarquías, faltaría la capacidad
reflexiva de autoinstituirse, de cuestionar las propias
instituciones, que es lo esencial en la democracia. Dice
explícitamente que en las sociedades primitivas estudiadas por
Clastres sólo se habla de los mejores medios para administrar lo
existente, que nunca puede cuestionarse. Desarrollando la línea
abierta por Clastres un antropólogo contemporáneo llamado David
Graeber plantea otras experiencias para cuestionar la afirmación de
Castoriadis (Graeber, 2011).
La
democracia no es un procedimiento, dice Castoriadis, es un régimen.
Esta es la tesis fundamental del texto más sintético sobre la
democracia en Castoriadis (1998). La democracia no es una
reglamentación formal es una manera de vivir en la que todos somos
ciudadanos con una autonomía sólo limitada por el respeto a la
autonomía del otro. Esta autonomía implica participar en las
decisiones y las tareas públicas, ya que no podemos contraponer la
ética, como ideal de vida personal, a la política, como ideal
social. La autonomía y la autogestión se complementan y juntas
forman este régimen democrático, que es no sólo una forma sino
también un contendido. Me parece que este planteamiento es actual
por su radicalidad y abre un horizonte teórico muy interesante para
todos los movimientos que reclaman hoy una democracia real.
Hay
que saber cómo avanzar en la lucha por este proyecto democrático
emancipatorio que es el de la autonomía y el de la autogestión. Lo
primero que señala Castoriadis es que la democracia es incompatible
con el capitalismo. La lógica del capitalismo es la de la
acumulación de capital y el Estado-nación es el instrumento que
necesita para hacerlo. Hay una oligarquía económica, política y
cultural que es la que gestiona esta lógica y lo hace manteniendo
una relación jerárquica que le da poder y privilegios. La
democracia como poder autogestionario es contraria y por tanto debe
enfrentarse a esta lógica y a esta oligarquía, sea dictatorial o
liberal. Hace falta una revolución que transforme las instituciones,
es decir que convierta las que son jerárquicas y burocráticas en
democráticas y autogestionarias. Hay aquí una línea que reivindica
la política contra el Estado, cuya desaparición sería necesaria.
Pero la cuestión es por supuesto cómo transformar las instituciones
jerárquicas, sean directamente políticas o económicas. Descartadas
las revoluciones violentas inspiradas en el comunismo y también el
reformismo social que mantiene intactas las instituciones
jerárquicas, queda un camino por crear, por inventar. Hay que
olvidarse de la ilusión compartida por anarquistas y marxistas,
dice, de eliminar el poder de la sociedad. El poder es necesario pero
no lo es el Estado, con lo cual hay que pensar en instituciones
democráticas que ejercen un poder sin separarse de la sociedad ni
jerarquizarse internamente. El tema de la relación entre poder y
jerarquía conduce a Castoriadis a la defensa relativa del primero
frente a la crítica absoluta del segundo. Es una polémica
fundamental que la ideología políticamente correcta oculta no
reconociendo la jerarquía existente en el capitalismo liberal y no
dando herramientas, por tanto, para luchar contra ella. Castoriadis y
Foucault eran de la misma generación pero se ignoraron mutuamente.
Seguramente si se hubieran tomado en serio uno al otro podría haber
surgido un debate fructífero. En todo caso me parece que Michel
Foucault acaba resolviendo mejor que Castoriadis la dicotomía
poder-jerarquía.17
Otra
cuestión clave es por supuesto cómo vinculamos la democracia con un
sistema económico, que en todo caso debe ser alternativo al
capitalismo. La democracia como emancipación debe liberarse de la
servidumbre económica que le ata al capitalismo. La lucha de la
democracia contra el capitalismo conduce necesariamente a la pregunta
por el sistema económico que puede conciliarse con ella. Aquí por
supuesto no hay recetas porque el comunismo es un error teórico y un
desastre práctico.18
La democracia, por otra parte, no es contraria al mercado.19
El mercado debe regularse de manera equilibrada por la sociedad y para
ello no hay fórmulas: cada sociedad debe crear su manera de hacerlo.
Es la combinación del poder del Capital y de la burocracia del
Estado la que se opone a la democracia, porque no hay un poder
popular posible, no hay posibilidad que la sociedad se autogestione
frente a esta lógica del capitalismo. Daniel Blanchart explica en el
artículo “Castoriadis y la revolución” (2007) la tendencia
excesiva de centrarse en la crítica a la burocratización como el
enemigo central de la democracia. Blanchart sostiene, por el
contrario, que el problema central es el que sostiene Marx en El
Capital. Las relaciones de
mercantilización de todos los aspectos de la vida humana son los que
imponen relaciones más jerárquicas entre los que deciden y los que
se someten a las decisiones. La sociedad, dice Blanchart, no es cada
vez más burocrática sino cada vez sometida a la red de la lógica
de la mercancía.
Podríamos
intentar comparar la teoría de Castoriadis con las de John Stuart
Mill para ver sorprendentes puntos comunes. Digo supuesto, porque
como señala Appiah (2008), el texto al que me referiré, Sobre
la libertad, tiene ideas muy
potentes que están más allá del utilitarismo. Mill separa
radicalmente la esfera privada de la esfera pública. La primera es
la de la libertad, en el que cada cual traza creativamente su propio
camino. La esfera pública es la de la moral, las leyes y las
decisiones sobre asuntos públicos. ¿No es similar la autonomía de
Castoriadis a la libertad de Mill? La diferencia podemos encontrarla
en el tercer espacio que define Castoriadis y es el que se olvida el
liberalismo, que es el espacio privado/público de la discusión, de
la deliberación política de los ciudadanos. Castoriadis le contesta certeramente que sí que
hay que garantizar estos dos aspectos pero la democracia
representativa no es ninguna garantía, ya que lo que ésta refleja
son partidos que defienden intereses diferentes. Hay que buscar el
bien común, dice Castoriadis, y no entender la sociedad como unos
individuos que se unen para llegar a acuerdos en sociedad. Los
individuos, dice Castoriadis, no existen sin la sociedad porque son
creados por ésta. Somos seres sociales que hemos de buscar nuestro
camino pero en un marco social, que es el único que nos permite
vivir de forma humana. Hay que evitar, como decía Mill a partir del
análisis de Tocqueville, la tiranía de las mayorías. Esta no es la
puesta en práctica de lo que quiere la mayoría sobre las cuestiones
públicas sino la imposición de las mayorías sobre las minorías.
Castoriadis presupone una cultura democrática en la que se busque lo
mejor para la sociedad. Siguiendo la conversación con Mouffe
Castoriadis se desmarca de Rousseau y de su idea de voluntad general,
que plantea la sociedad como un Uno y no como un conjunto heterogéneo
que debe buscar la mejor solución posible para los problemas
comunes.
La
cuestión de la cultura democrática me lleva a un último tema.
Participación política, cultura política, debates políticos,
sistema educativo que forme el ciudadano, valores. Todo esto es
necesario, dice Castoriadis, porque no puede haber democracia sin
estas condiciones. La igualdad es consecuencia de la democracia y
ésta es muy difícil. La exigencia de igualdad es excepcional,
aparece en pocas sociedades, en Grecia y en la Europa moderna, nos
dice Castoriadis. Pero ¿y si cómo dice Rancière fuera la
democracia un escándalo porque parte de la igualdad de los humanos
parlantes y pensantes y no considera por tanto la igualdad un
objetivo sino el punto de partida? ¿Y si la democracia dice que
cualquiera puede gobernar y no los que han llegado a tener una
determinada formación? ¿Y si la democracia no es tampoco un régimen
sino el movimiento permanente de los excluidos en cualquier régimen
que se establece como tal ?.
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1
Podría citarse aquí la “crisis de palabras” a la que alude
Daniel Blanchard, su antiguo camarada de “Socialismo y Barbarie”
(2007)
2
El texto “Autogestión y jerarquía” lo escribió en
colaboración con Daniel Mothe, uno de los obreros que animaron
Soicalismo y Barbarie. El texto fue publicado originariamente en el
número de julio-agosto de 1974 de “Aujourdui”, del sindicato
C.F.D.T., que defendía una opción autogestionaria. El texto
“Autogestión y jerarquía” se encuentra en el libro La
exigencia revolucionaria.
3
En una entrevista realizada igualmente en el año 1974 titulada
“Porqué no soy marxista” (que aparece en el libro “Una
sociedad a la deriva” Castoriadis desarrolla esta vinculación,
que ya será el eje posterior, ente autogestión, autonomía y
autoinstititución (o autocreación del imaginario social).
4
El tema lo desarrolla en una introducción al socialismo que
realiza el año 1979 y que se publica como “socialismo y sociedad
autónoma” en “La exigencia revolucionaria”.
5
Esta afirmación está explícitamente analizada en “La democracia
como procedimiento y como régimen”, publicada en “El ascenso de
la insignificancia” .
6
Aunque la discusión entre Castoriadis y el liberalismo está
implícita en toda su elaboración teórica sobre la democracia es
interesante el texto que transcribe la conferencia dictada el 13 de
mayo de 1995 en el Collège International de Philosophie en el que
respondía a una ponencia de Richard Rorty. Está publicado en
castellano bajo el título de “Respuesta a Richard Rorty” en el
libro titulado Una sociedad a
la deriva.
7
En una publicación de sus últimos años se recoge una intensa
discusión de Castoriadis con el grupo redactor de la revista
francesa MAUSS. Castoriadis defiende la democracia directa frente a
la democracia representativa porque considera que ésta se entiende
cómo el lugar donde se delegan los diferentes intereses personales.
8
Hay un texto sintético en el que se recogen sus reflexiones sobre
el tema en varias conferencias que van desde el año 1991 hasta
1994. Se titula “La cultura en una sociedad democrática” y
aparece en castellano en el libro El
ascenso de la insignificancia.
9
El tema es planteado por Castoriadis inicialmente el 29 de octubre
de 1979 en la conferencia que dio en el seminario Max Planck.
Posteriormente lo desarrolla en el seminario que da en 1980 en
l’École des hautes Études. Finalmente lo concluye en el
seminario que da en la Universidad de Río Grande do Sud
(
Porto Alegre). El texto de la conferencia, titulado “la polis
griega y la creación de la democracia” está recopilado en Los
dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto.
10
Algunos filósofos como Jacques Rancière (2006) llegarán a
considerar la filosofía política de Platón y Aristóteles como
una reacción aristocrática contra la democracia plebeya.
11
La noción de imaginario es
uno de los conceptos centrales de la filosofía de Castoriadis. La
formulación teórica más elaborada la encontramos en La
institución imaginaria de la sociedad,
que escribió en 1975.
12
Un texto especialmente sugerente es el que aparece como
transcripción de una conferencia que dio en el segundo Fórum de
“le Monde” titulado “Imaginario político griego y moderno”.
La conferencia fue publicada en en Les
Grecs, les Romains et nous (
París, Le Monde editions,1991). El texto aparece en El
ascenso de la insignificancia.
13
Este término lo desarrolla en el libro que se titula El
ascenso de la insignificancia.
14
En el coloquio celebrado en Cerisy dedicado a la obra de Castoriadis
en 1990 desarrolla específicamente el tema, que aparece transcrito
con el título de “¿Qué democracia?”, incluido en el libro
Figuras de los pensable
15
El tema de la globalización está presente en los últimos años de
Castoriadis, que evidentemente sólo es el inicio de lo que vendrá
después. En una entrevista realizada el mismo año de su muerte que
se llama “Una trayectoria singular” (que aparece en castellano
en el libro Una sociedad a la
deriva) encontramos una
valoración tan sintética como lúcida de lo que empieza a
vislumbrar una mente tan brillante conmo la suya.
16
Como ejemplo de este planteamiento y reivindicando sus raíces
culturales tenemos a Amaryrta Sen respecto a la India (2007),
Enrique Dussel a América Latina (2007) y Kwame Anthony Appiah
(2007) a África.
17
El tema de la genealogía poder pertenece como se sabe a la segunda
etapa de Foucault (1978, 1979, 1994) pero algunas entrevistas de
la última época (2003) marcan un elemento fundamental, que es la
diferencia entre la relación de poder como red social necesaria y
estado de dominación como estructura inaceptable. Me parece que
encaja bien con la diferencia que hace Castoriadis entre poder y
jerarquía.
18
La crítica de Castoriadis al marxismo como teoría y al socialismo
real empieza en el momento de su ruptura con el troskysmo, que se
cuando caracteriza a la la URSS como un capitalismo burocrático y
no como un Estado obrero degenerado. Dos textos interesantes en este
sentido son la entrevista realizada en 1974 por la Agence de Presse
Liberation de Normandia, que está incluida en el libro Una
sociedad a la deriva bajo el
título de “Por qué ya no soy marxista”. También es
interesante un artículo muy posterior, escrito en 1990 publicado en
Le Monde
el abril de 1990 bajo el título de “El hundimiento del
marxismo-leninismo” (está incluido en El
ascenso de la insignificancia
con el título original, mucho más radical : “La pulverización
del marxismo-leninismo”.)
19
Hay un artículo muy significativo que se llama “Mercado,
capitalismo, democracia”, escrito en 1990 a partir de una
entrevista publicada en Radical
Philosophy nº 56 (que forma
parte de las entrevistas y debates recogidos en el libro Una
sociedad a la deriva). Vale
la pena comparar la separación que hace Castoriadis entre
capitalismo y mercado, con los análisis complementarios de Karl
Polanyi (2009) y Immanuel Wallernstein (2004),
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