Escrito por Luis Roca Jusmet
Conocí a Santiago López Petit en los años 70 cuando intentábamos potenciar en la CNT de Catalunya una línea abierta y radical que fuera más allá del anarcosindicalismo clásico. Después coincidimos en la facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, de la que él sería posteriormente profesor titular. Su militancia, que comenzó en el franquismo se inscribió en la línea de la de la llamada autonomía obrera. El mismo Santiago López Petit escribió en la legendaria editorial Ruedo Ibérico una reflexión interesante sobre la izquierda autoritaria en Cataluña. López Petit ha continuado su trabajo teórico y práctico para renovar los planteamientos alternativos de la lucha emancipatoria. Espai en Blanc es el último proyecto en el que está embarcado desde el año 2002. Al margen de mi crítica a los planteamientos actuales de Santiago López Petit creo que Espai en blanc ha realizado tareas muy interesantes como la de coordinar un trabajo sobre la historia alternativa de las luchas obreras autónomas de los años setenta e intentar repensar hoy lo que significa esta autonomía.Esta entrevista me produce la misma irritación que el libro anterior, explicaré porqué.
El libro que publicó en 2009, La movilización total Breve tratado para atacar la realidad
es el resumen más claro de sus posiciones políticas. No se le puede
negar a Santiago López Petit una actitud y una práctica continuada de
crítica al sistema y de participación en la lucha emancipatoria. Pero me
parece que hay una deriva éticopolítica que se manifiesta claramente en
este libro. Éste nos lo ofrece como un croquis que los lectores podemos
matizar, concretar o borrar para inventar otro. Esto es lo que yo voy
hacer, borrar lo que he leído. Pero si uno borra lo que acaba de leer
quiere decir que lo leído le ha dicho algo, ya que lo que nos resulta
indiferente ni tan sólo hemos de borrarlo. El libro me ha parecido
interesante pero no me ha gustado. Es más, me ha irritado, aunque sea
una irritación productiva que me ha hecho pensar.
De entrada llama la atención la estructura del libro, que me recuerda un clásico, la Ética
de Spinoza. Hay una serie de proposiciones, formulados con claridad
matemática, que luego se van desarrollando. Como en el caso de Spinoza
choca la paradoja entre el estilo matemático y la defensa de algo muy
vital, referido al deseo y al querer que está más allá de la
racionalidad. Pero hay en esta formulación una lógica totalizadora que
pretende organizarlo y clasificarlo todo. Podríamos recordar aquí al
denostado Lacan que dijo algunas cosas interesantes que no debemos
olvidar. Básicamente se trata de plantear el No-Todo como la lógica que
siempre deja algo fuera, algún resto. Huir de cualquier intento que
plantee que el lenguaje, es decir el orden simbólico, puede abarcarlo
todo. Santiago López Petit, más allá de sus pretensiones, no sigue este
principio porque es conducido por un furor teórico sin límites, sin
medida, de querer entenderlo y explicarlo todo. Esta sería la primera
crítica.
Respecto
a sus planteamientos me parece, lo reconozca o no, un continuador de
una tradición que en nuestro país inicia Agustín García Calvo. No sé si
la influencia es implícita o explícita, ya que es un pensador que en
ningún momento cita, pero muchos de los conceptos los encontramos en el
anterior. La realidad como el producto del Estado y el Capital ya fué
enunciado por García Calvo mucho antes. Igualmente la negación del
futuro, la crítica de la Democracia y la crítica del Nombre Propio (que
López Petit reactualiza como la marca personal). También podríamos
rastrear el hombre anónimo de López Petit en el Pueblo de García Calvo.
Aunque Santiago López Petit es brillante no tiene la genialidad de
Agustín García Calvo, pensador único donde los haya. Aquí vendría la
segunda crítica. La posición es aparentemente radical pero no ofrece
alternativas más allá de la resistencia. No se plantea construir nada en
positivo porque esto sería, dicen, entrar en la lógica del sistema. El
problema es que la lógica del sistema puede funcionar perfectamente con
estos supuestos agujeros que plantea el autor en su libro.
La
genealogía filosófica de López Petit está vinculado a lo que se llama
el post-estructuralismo, especialmente Deleuze (al que conocimos ambos
en la Facultad de la mano de Miguel Morey). El problema de estos
pensadores es que a veces se deslizan por el peligroso camino de la
retórica vacía, es decir de un discurso sugerente, atractivo que no
sabemos lo que dice más allá del discurso. Este es el que me parece el
tercer fallo del texto.
Hay
en su libro análisis y propuestas. Empecemos por el análisis, en la que
hay muchas ideas interesantes junto a otras puramente retóricas. Un
enunciado es que la realidad es hoy lo mismo que el capitalismo. Hay una
parte radical, potente en esta afirmación en el sentido que su lógica
lo absorbe todo en un sentido cada vez más global. Pero faltan los
matices, ya que no todo lo que hay en el sistema responde a su lógica y
tiene por tanto contradicciones y cosas que vale la pena conservar. De
otra manera, como dice López Petit precareidad ¿Ser precario? Los
humanos que no formamos parte de las élites en el poder siempre lo hemos
sido y después de años del Estado del Bienestar la mayoría vuelve a
serlo. Pero ni tú ni yo, funcionarios con un sueldo decente y un trabajo
asegurado, lo somos, amigos Santi. Cada cual que hable desde su
posición. La mayoría estamos machacados por el sistema, por supuesto,
pero no todos de la misma manera. La precareidad es una situación
social, no un estado ontológico. Que hablen ellos, los que realmente lo
son, desde su posición.
Dentro
de este análisis hay muchas sugerencias válidas, algunas más
discutibles que otras pero que merecen todas ser pensadas. Voy a entrar
ahora en algunos de los conceptos-clave que López Petit ofrece como
novedosos en el análisis del capitalismo. Son, básicamente, el
desbocamiento del capitalismo, a la movilización global, el
Estado-guerra, al fascismo postmoderno y al poder terapéutico. Respecto
al desbocamiento del capitalismo me parece que aunque plantea alguna
cuestión sugerente la lógica del capitalismo siempre es la misma y es,
como dice Wallernstein, la acumulación ilimitada del capital (siguiendo
también a Braudel, un clásico al que hay que ir a volver y que López
Petit cita un par de veces). Respecto al Estado-guerra tampoco me parece
que sea una especificidad como plantea el autor del texto. Lo que dice
del poder terapéutico no es original pero plantea nuevos elementos de
actualización de la biopolítica. No me parece políticamente aceptable su
concepción del fascismo postmoderno, que ya apuntó en su trabajó
crítico sobre el Fórum referido a la naturaleza del poder municipal de
Barcelona. Me parece que lo que hace es diluir de una forma frívola lo
que es el fascismo como opción sustentada en la violencia, algo muy
diferente de otras formas de manipulación o dominio. Finalmente estoy
totalmente en contra de su concepción de la movilización global como
fundamento del capitalismo actual. No estoy de acuerdo porque acaba
sustituyendo la lógica del capitalismo por una de sus maneras de
manifestarse.
Pero
mi contraposición más radical está en las propuestas de Santiago López
Petit, que conducen a algo que él crítica puntualmente, que es la
arrogancia del Alma bella. ¿Criticarlo todo para hacer qué? Lo que él
llama una política nocturna basada en gestos radicales. Pero antes nos
recuerda sus presupuestos: el querer vivir y el odio libre. El querer
vivir como anhelo nos recuerda lo más básico: la vida más allá de la
supervivencia y del inercia. ¿Qué es el odio libre que defiende? : odiar
lo que nos indigna, de acuerdo. Pero el odio en sí sólo genera
violencia cuando se libera y la violencia sólo conduce a la destrucción.
Lo que digo es poco original pero a veces hay que recordar las verdades
del barquero a los van de especiales. Su crítica a la democracia y a
los que cómo Rancière la reivindican en lo que tiene de ingenuidad me
parece nefasta. Primero porque hay que recuperar su carácter emancipador
si este hombre corriente que reivindica López Petit no es más que una
entelequia (cómo el Pueblo de García Calvo).
Seamos
tan radicales con López Petit cómo lo es él con aquellos que critica.
En primer lugar quizás la postura de López Petit es una manifestación
más del odio a la democracia que critica Rancière, en el sentido de odio
a lo plebeyo. ¿No hay un elitismo claro en López Petit y sus amigos en
su actitud arrogante de ser los antisistema por excelencia y utilizar un
lenguaje y realizar unas prácticas dirigidas a ellos mismos o a las
minorías selectas que los escuchan? ¿No se presenta Él cómo el Maestro
que se dedica a oficiar en su círculo de iniciados en la dinámica de
autocomplacencia de un discurso supuestamente radical. Pero la
radicalidad no se manifiesta en el discurso sino en el difícil
equilibrio entre la teoría y la práctica. ¿Cuáles son las alternativas
prácticas que defiende López Petit? El movimiento “No tendrás casa en la
puta vida” está bien pero que sería ingenuo pensar que conduce a alguna
transformación. Las experiencias ingeniosas de “Dinero gratis” que no
son más que esto y …quemar coches en la periferia. Cuando se queman en
la periferia los coches de los currantes se está buscando un chivo
expiatorio para liberar la violencia como el que lo busca en el
inmigrante. Y el trabajador al que le han destrozado el coche será carne
de cultivo para el populismo de extrema derecha, que cómo mínimo le
ofrecerá seguridad.
¿Todo
es político? No todo lo es y citar a un Artaud politizado me parece que
es manipularlo todo en beneficio de la teoría propia. Hay problemas
estructurales de la condición humana que no son políticos ni pueden
serlo. Artaud se rebelaba visceralmente contra la politización dl
movimiento surrealista de la mano de André Bretón. Tan desastroso es
situarlo todo a nivel de la responsabilidad personal como eliminarla,
como hace alegremente López Petit. Lo subjetivo también nos pertenece y
no sólo para politizarlo. Aquí hace también un juego de palabras para
defender su propuesta ética politizada pero no política de que uno tiene
que ser autor de su propia vida. Pero antes ha criticado el que se
pretenda que seamos los gestores de nuestra vida y que hagamos de
nuestra vida un proyecto. Ser autor de la propia vida sí me parece una
ingenuidad y no sólo por cuestiones políticas. Me parece más interesante
las propuestas transformadoras de Foucault, que por supuesto también
crítica.
Una
última cuestión me parece sospechosa. Santiago López Petit cuestiona
sin reservas el posibilismo pero deja abierta una puerta: es aceptable
el posibilismo que se presenta como tal. Pero no podemos pasar de
puntillas por la cuestión, ya que es una de las cuestiones claves: ¿Cuál
es el posibilismo aceptable? ¿No será una salida oportunista para lo
que nos conviene, dejando con esta frase la posibilidad de cualquier
justificación ?
No
hemos de desechar la palabra izquierda, ya que pienso que por muy
gastada y maltratada que esté debe mantenerse como vínculo con una
tradición de lucha. López Petit cuando dice que el movimiento obrero ha
sido derrotado y está en lo cierto pero hay que mantener la herencia, muchas veces pesada, desagradable o traumática de la izquierda. No hay atajos, sólo huidas hacia delante como la que nos propone este libro.
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