lunes, 23 de diciembre de 2013

SANTIAGO LOPEZ PETIT. LOS FALSOS RADICALISMOS.



 Escrito por Luis Roca Jusmet

   Conocí a Santiago López Petit en los años 70 cuando intentábamos potenciar en la CNT de Catalunya una línea abierta y radical que fuera más allá del anarcosindicalismo clásico. Después coincidimos en la facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, de la que él sería posteriormente profesor titular. Su militancia, que comenzó en el franquismo se inscribió en la línea de la de la llamada autonomía obrera. El mismo Santiago López Petit escribió en la legendaria editorial Ruedo Ibérico una reflexión interesante sobre la izquierda autoritaria en Cataluña. López Petit ha continuado su trabajo teórico y práctico para renovar los planteamientos alternativos de la lucha emancipatoria. Espai en Blanc es el último proyecto en el que está embarcado desde el año 2002. Al margen de mi crítica a los planteamientos actuales de Santiago López Petit creo que Espai en blanc ha realizado tareas muy interesantes como la de coordinar un trabajo sobre la historia alternativa de las luchas obreras autónomas de los años setenta e intentar repensar hoy lo que significa esta autonomía.Esta entrevista me produce la misma irritación que el libro anterior, explicaré porqué.

 El libro que publicó en 2009, La movilización total Breve tratado para atacar la realidad es el resumen más claro de sus posiciones políticas. No se le puede negar a Santiago López Petit una actitud y una práctica continuada de crítica al sistema y de participación en la lucha emancipatoria. Pero me parece que hay una deriva éticopolítica que se manifiesta claramente en este libro. Éste nos lo ofrece como un croquis que los lectores podemos matizar, concretar o borrar para inventar otro. Esto es lo que yo voy hacer, borrar lo que he leído. Pero si uno borra lo que acaba de leer quiere decir que lo leído le ha dicho algo, ya que lo que nos resulta indiferente ni tan sólo hemos de borrarlo. El libro me ha parecido interesante pero no me ha gustado. Es más, me ha irritado, aunque sea una irritación productiva que me ha hecho pensar.
 De entrada llama la atención la estructura del libro, que me recuerda un clásico, la Ética de Spinoza. Hay una serie de proposiciones, formulados con claridad matemática, que luego se van desarrollando. Como en el caso de Spinoza choca la paradoja entre el estilo matemático y la defensa de algo muy vital, referido al deseo y al querer que está más allá de la racionalidad. Pero hay en esta formulación una lógica totalizadora que pretende organizarlo y clasificarlo todo. Podríamos recordar aquí al denostado Lacan que dijo algunas cosas interesantes que no debemos olvidar. Básicamente se trata de plantear el No-Todo como la lógica que siempre deja algo fuera, algún resto. Huir de cualquier intento que plantee que el lenguaje, es decir el orden simbólico, puede abarcarlo todo. Santiago López Petit, más allá de sus pretensiones, no sigue este principio porque es conducido por un furor teórico sin límites, sin medida, de querer entenderlo y explicarlo todo. Esta sería la primera crítica.
Respecto a sus planteamientos me parece, lo reconozca o no, un continuador de una tradición que en nuestro país inicia Agustín García Calvo. No sé si la influencia es implícita o explícita, ya que es un pensador que en ningún momento cita, pero muchos de los conceptos los encontramos en el anterior. La realidad como el producto del Estado y el Capital ya fué enunciado por García Calvo mucho antes. Igualmente la negación del futuro, la crítica de la Democracia y la crítica del Nombre Propio (que López Petit reactualiza como la marca personal). También podríamos rastrear el hombre anónimo de López Petit en el Pueblo de García Calvo. Aunque Santiago López Petit es brillante no tiene la genialidad de Agustín García Calvo, pensador único donde los haya. Aquí vendría la segunda crítica. La posición es aparentemente radical pero no ofrece alternativas más allá de la resistencia. No se plantea construir nada en positivo porque esto sería, dicen, entrar en la lógica del sistema. El problema es que la lógica del sistema puede funcionar perfectamente con estos supuestos agujeros que plantea el autor en su libro.
 La genealogía filosófica de López Petit está vinculado a lo que se llama el post-estructuralismo, especialmente Deleuze (al que conocimos ambos en la Facultad de la mano de Miguel Morey). El problema de estos pensadores es que a veces se deslizan por el peligroso camino de la retórica vacía, es decir de un discurso sugerente, atractivo que no sabemos lo que dice más allá del discurso. Este es el que me parece el tercer fallo del texto.
 Hay en su libro análisis y propuestas. Empecemos por el análisis, en la que hay muchas ideas interesantes junto a otras puramente retóricas. Un enunciado es que la realidad es hoy lo mismo que el capitalismo. Hay una parte radical, potente en esta afirmación en el sentido que su lógica lo absorbe todo en un sentido cada vez más global. Pero faltan los matices, ya que no todo lo que hay en el sistema responde a su lógica y tiene por tanto contradicciones y cosas que vale la pena conservar. De otra manera, como dice López Petit precareidad ¿Ser precario? Los humanos que no formamos parte de las élites en el poder siempre lo hemos sido y después de años del Estado del Bienestar la mayoría vuelve a serlo. Pero ni tú ni yo, funcionarios con un sueldo decente y un trabajo asegurado, lo somos, amigos Santi. Cada cual que hable desde su posición. La mayoría estamos machacados por el sistema, por supuesto, pero no todos de la misma manera. La precareidad es una situación social, no un estado ontológico. Que hablen ellos, los que realmente lo son, desde su posición.
Dentro de este análisis hay muchas sugerencias válidas, algunas más discutibles que otras pero que merecen todas ser pensadas. Voy a entrar ahora en algunos de los conceptos-clave que López Petit ofrece como novedosos en el análisis del capitalismo. Son, básicamente, el desbocamiento del capitalismo, a la movilización global, el Estado-guerra, al fascismo postmoderno y al poder terapéutico. Respecto al desbocamiento del capitalismo me parece que aunque plantea alguna cuestión sugerente la lógica del capitalismo siempre es la misma y es, como dice Wallernstein, la acumulación ilimitada del capital (siguiendo también a Braudel, un clásico al que hay que ir a volver y que López Petit cita un par de veces). Respecto al Estado-guerra tampoco me parece que sea una especificidad como plantea el autor del texto. Lo que dice del poder terapéutico no es original pero plantea nuevos elementos de actualización de la biopolítica. No me parece políticamente aceptable su concepción del fascismo postmoderno, que ya apuntó en su trabajó crítico sobre el Fórum referido a la naturaleza del poder municipal de Barcelona. Me parece que lo que hace es diluir de una forma frívola lo que es el fascismo como opción sustentada en la violencia, algo muy diferente de otras formas de manipulación o dominio. Finalmente estoy totalmente en contra de su concepción de la movilización global como fundamento del capitalismo actual. No estoy de acuerdo porque acaba sustituyendo la lógica del capitalismo por una de sus maneras de manifestarse.
Pero mi contraposición más radical está en las propuestas de Santiago López Petit, que conducen a algo que él crítica puntualmente, que es la arrogancia del Alma bella. ¿Criticarlo todo para hacer qué? Lo que él llama una política nocturna basada en gestos radicales. Pero antes nos recuerda sus presupuestos: el querer vivir y el odio libre. El querer vivir como anhelo nos recuerda lo más básico: la vida más allá de la supervivencia y del inercia. ¿Qué es el odio libre que defiende? : odiar lo que nos indigna, de acuerdo. Pero el odio en sí sólo genera violencia cuando se libera y la violencia sólo conduce a la destrucción. Lo que digo es poco original pero a veces hay que recordar las verdades del barquero a los van de especiales. Su crítica a la democracia y a los que cómo Rancière la reivindican en lo que tiene de ingenuidad me parece nefasta. Primero porque hay que recuperar su carácter emancipador si este hombre corriente que reivindica López Petit no es más que una entelequia (cómo el Pueblo de García Calvo).
Seamos tan radicales con López Petit cómo lo es él con aquellos que critica. En primer lugar quizás la postura de López Petit es una manifestación más del odio a la democracia que critica Rancière, en el sentido de odio a lo plebeyo. ¿No hay un elitismo claro en López Petit y sus amigos en su actitud arrogante de ser los antisistema por excelencia y utilizar un lenguaje y realizar unas prácticas dirigidas a ellos mismos o a las minorías selectas que los escuchan? ¿No se presenta Él cómo el Maestro que se dedica a oficiar en su círculo de iniciados en la dinámica de autocomplacencia de un discurso supuestamente radical. Pero la radicalidad no se manifiesta en el discurso sino en el difícil equilibrio entre la teoría y la práctica. ¿Cuáles son las alternativas prácticas que defiende López Petit? El movimiento “No tendrás casa en la puta vida” está bien pero que sería ingenuo pensar que conduce a alguna transformación. Las experiencias ingeniosas de “Dinero gratis” que no son más que esto y …quemar coches en la periferia. Cuando se queman en la periferia los coches de los currantes se está buscando un chivo expiatorio para liberar la violencia como el que lo busca en el inmigrante. Y el trabajador al que le han destrozado el coche será carne de cultivo para el populismo de extrema derecha, que cómo mínimo le ofrecerá seguridad.
¿Todo es político? No todo lo es y citar a un Artaud politizado me parece que es manipularlo todo en beneficio de la teoría propia. Hay problemas estructurales de la condición humana que no son políticos ni pueden serlo. Artaud se rebelaba visceralmente contra la politización dl movimiento surrealista de la mano de André Bretón. Tan desastroso es situarlo todo a nivel de la responsabilidad personal como eliminarla, como hace alegremente López Petit. Lo subjetivo también nos pertenece y no sólo para politizarlo. Aquí hace también un juego de palabras para defender su propuesta ética politizada pero no política de que uno tiene que ser autor de su propia vida. Pero antes ha criticado el que se pretenda que seamos los gestores de nuestra vida y que hagamos de nuestra vida un proyecto. Ser autor de la propia vida sí me parece una ingenuidad y no sólo por cuestiones políticas. Me parece más interesante las propuestas transformadoras de Foucault, que por supuesto también crítica.
Una última cuestión me parece sospechosa. Santiago López Petit cuestiona sin reservas el posibilismo pero deja abierta una puerta: es aceptable el posibilismo que se presenta como tal. Pero no podemos pasar de puntillas por la cuestión, ya que es una de las cuestiones claves: ¿Cuál es el posibilismo aceptable? ¿No será una salida oportunista para lo que nos conviene, dejando con esta frase la posibilidad de cualquier justificación ?
 No hemos de desechar la palabra izquierda, ya que pienso que por muy gastada y maltratada que esté debe mantenerse como vínculo con una tradición de lucha. López Petit cuando dice que el movimiento obrero ha sido derrotado y está en lo cierto pero hay que mantener la herencia, muchas veces pesada, desagradable o traumática de la izquierda.  No hay atajos, sólo huidas hacia delante como la que nos propone este libro.

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