Escrito
por Luis Roca Jusmet
La consagración intelectual de Antoni Domènech le viene por una
parte por sus valiosas traducciones ( John Rawls, Philippe Pettit...)
y sobre todo por sus dos reconocidas publicaciones De
la ética a la política
( Crítica, 1989 )y El eclipse de
la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista
( Crítica, 2004). Pero por otra por la edición de una revista con
marca propia SinPermiso,
en el que consigue tener una voz propia en las corrientes
intelectuales de la izquierda.
Su autonomía creativa da originalidad de sus teorizaciones y análisis,
que la tiene. Personalmente he de decir que he leído con atención e
interés los dos libros y que sigo sus entrevistas y artículos. Mi
comentario se basa en la lectura de sus dos libros, en un artículo:
“Dominación, derecho, propiedad y economía política popular (
un ejercicio de historia d ellos conceptos)”, que se puede
consultar en www.sinpermiso.info
; y en tres largas entrevistas : la que le realiza Salvador López
Arnal
( que se puede encontrar en www.espai-marx.net
); la de Julio
César Guanche ( que aparece en la revista TEMAS nº 71
julio-septiembre 2012). Finalmente la que le hizo la periodista
argentina Inés Hayes en el diario Clarín a principios del 2013.
Concretemos, de todas maneras, un tema que me parece muy interesante
y en el que la aportación de Doménech es fundamental. Se trata de
desmontar el mito liberal que presenta la democracia como una
conquista de su propia tradición. Domènech dice y repite, y lo hace
certeramente, que el término liberalismo se utiliza a partir de
1812 en las Cortes españolas de Cádiz y que es retomado después en
Francia por la monarquía orleanista : el liberalismo defendía una
monarquía constitucional con sufragio censitario. También me parece
interesante precisar que si hemos de buscar en Hobbes el antecedente
del concepto liberal de libertad. Igualmente que es
anacrónico y falso considerar a John Locke, Adam Smith, Kant ) como
liberales. Tiene razón, pero es igualmente sería anacrónico y
erróneo integrarlos en la tradición republicana que defiende. Locke
podría ser un republicano pero defendía un sufragio censitario y
masculino. Consideraba además uno de los derechos inalienables la
propiedad. Aquí hay que afinar y Domènech lo hace, con rigor, sobre
lo que entendemos por propiedad. Hay tres formulas : 1) la propiedad
común comunmente apropiada ( lo común) ; 2) La propiedad privada
comunmente apropiada ( por ejemplo las cooperativas) . 3) La
propiedad privada exclusiva y excluyente. Pero aquí hay que
diferenciar que una es que surge del propio trabajo personal y otra
la que surge de la explotación del trabajo asalariado. Entramos así
en una formulación radical de Antoni Doménech : el trabajo
asalariado como esclavitud parcial incompatible con la idea de
ciudadanía. Volveré sobre el tema.
El planteamiento
constitucional básico, continúa A.D.,que es su consideración de
que toda propiedad, incluso la privada, tiene un carácter social.
Hay un aspecto que también me parece central que es la consideración
de la ley como fundadora y no limitadora de la libertad. Aquí sitúa
muy bien Domènech el debate entre la concepción liberal ( heredera
de Hobbes) y la republicana ( heredera de la Roma republicana,
Francisco de Vitoria, Locke y Kant) de libertad. ¿ porqué no cita
nunca a Spinoza, por cierto ). La liberal contrapone la ley y el
derecho. Los derechos ( entre los cuales la libertad) son subjetivos
y la ley es la limitación de estos derechos que regula la
convivencia. Para los republicanos es la ley la que que funda la
libertad, es decir el derecho, la que lo constituye de manera
inalienable. Es muy sugerente este planteamiento, que sin afirmar
unos “derechos naturales” no cae en el positivismo jurídico. Hay
unos derechos que se afirman al entender al hombre de una manera
ciudadana, es decir, republicana. Los derechos humanos, formulados
en la declaración de 1948, son entonces para Antoni Domènech no una
invención sino una reformulación de unos derechos anteriores
conquistados por el pueblo, que la reacción a la Revolución eliminó
durante el siglo XIX y parte del siglo XX. Porque la Revolución
francesa, nos dice muy lúcidamente, no fue u na revolución burguesa
sino una revolución democrática radical, social y republicana que
fue aplastada por la reacción burguesa. A diferencia de los
liberales, los republicanos entienden la autoridad política como una
autoridad delegada por el pueblo, no soberana ( otra vez Locke contra
Hobbes). Hay, por tanto, una tradición republicana emancipatoria.
Esta tradición la podemos remitir a la Roma republicana, a Francisco
de Vitoria, Locke, Adam Smith y Kant en su versión más moderada y
se radicaliza en forma de democracia plebeya en Robespierre y Marx,
que la ligaría a la democracia como gobierno de los pobres en
Atenas. El marxismo, hasta llegar a la versión bolchevique,
considera que ha sido fiel a este planteamiento. Lo fue, por ejemplo,
Rosa Luxemburgo. La incapacidad de Bernstein y de Pablo Iglesias,
dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán y del Partido
Socialista Obrero Español, considera A.D., basa su tibieza frente a
la monarquía y su falta de radicalidad republicana. Frente a esa
tradición revolucionaria hay la contrarrevolucionaria, que adopta
formas liberales o nazifascistas. El neoliberalismo es para Domènech
una contrarrevolución que si tiene apoyo popular es por “la
idiotización de la clase trabajadora.”
Pasemos ahora a analizar críticamente la sistematización
interesante que nos hace Antoni Domènech. Las cinco puntos del Pacto
social posterior a la Segunda Guerra ; los cinco movimientos
reaccionarios del Gran capital a través del neoliberalismo ( para
desmontar las conquistas derivadas del consenso anterior); finalmente
las cinco propuestas que nos formula para avanzar hacia el
socialismo.
A) Los cinco puntos del consenso :
1) Regularización monetaria y financiera.
- Constitucionalización de la empresa ( introducir los derechos de reunión, asociación, representación ) y derechos laborales ( jornada limitada, vacaciones...)
- No contraponers a la oligopolística de los mercados.
- El sufragio universal : consolidación del masculino y aparición del femenino.
- La partición geopolítica del mundo en esferas de influencia.
La expresión “Estado del Bienestar” no le gusta. De todas maneras al eliminar la
palabra acaba perdiendo un proceso importante, sea dicha de una
manera o de otra, que es la tendencia a la universalización de los
servicios públicos de educación y sanidad y la dignificación de
las pensiones.
De estos puntos el primero, segundo y cuarto tienen un sentido
positivo para los trabajadores y debe considerarse una conquista
social contra el gran capital.
B) los cinco mundo de la ofensiva neoliberal de la remundialización
capitalista :
- Desregularización monetaria y financiera.
- Pérdida de la constitucionalización de la empresa. Pero ¿ No sería mejor hablar como todo el mundo y decir derechos laborales y democráticos de los trabajadores ?
- Apuesta desmesurada a favor de la tendencia al monopolio y al oligopolio.
- Deriva de la participación democrática y electoral.
- Hegemonía militar de EEUU.
Domènech tiene bastante razón. Se olvida, de todas maneras, de la
privatización de los servicios públicos, del “Estado de
Bienestar”. Esto forma parte del mismo proyecto que la
desrregularización monetaria y financiera, la ofensiva contra los
derechos laborales y sociales y la deriva de la participación
política. Es el neoliberalismo como proyecto global : económico,
político y social. Si Antoni Domènech no fuera tan autosuficiente y
elitista sabría que este proyecto es algo más que la ofensiva del
Gran capital, tolerada por la “idiotización de una gran parte de
los trabajadores”. Sabría que es un proyecto diseñado de manera
inteligente y sistemático, que pasa por potenciar la libertad
individual de los individuos, la responsabilidad de la propia vida,
la iniciativa personal, la gestión de la propia vida. Pasa por la
crítica al estado paternalista y a la burocratización de la vida
social. Si se molestara en leer el último Foucault ( cosa que no
hará por sus prejuicios ) se daría cuenta. Todavía mejor si leyera
a Nikolas Rose, que como huele a foucaltiano tampoco lo catará. Los
trabajadores no son tan idiotas como cree Antoni Domènch. Siguen un
señuelo atractivo : trabajar para comprarse una casa agradable, para
viajar, para tener un buen televisor.
Pasemos ahora a sus propuestas:
- Regulación financiera y monetaria. Impuestos financieros a las transacciones y democratización de instituciones como el FMI.
- Democratización radical de la empresa : constitucionalización republicana de la empresa
- Desaparición de los monopolios y oligopolios, favorecer el mercado realmente libre prohibiendo la publicidad.
- Garantía de la renta básica universal como base material de la ciudadanía.
- Disolución de los ejércitos con una fuerza disuasiva bajo mandato de la ONU.Domènech ya dice claramente que el cumplimiento de los puntos 2 y 3 sería el final del capitalismo. Pero ¿ que és el capitalismo ? Domènech insiste en que Marx y Engels no hablan de capitalismo sino de modo de producir capitalista. No le gusta la palabra capitalismo porque le recuerda el odiado estructuralismo escolástico althusseriano y porque, como siempre, tiene que repartir sus perlas de sabiduría. Pero quizás el estructuralismo histórico de Immanuel Wallerstein pueda decirle algo, con su diferencia entre duración y tiempo. Porque nos permite entender lo que es estructuralmente el capitalismo y cual es su lógica, que es la del aumento constante de capital en industrias punteras que tienden al monopolio y al oligopolio y que se basan en el intercambio desigual entre paises centrales y periféricos. En este sentido Domènech tiene razón, no es el mercado el problema. Cuando hay un poder político que lo domina y lo regula y es capaz de canalizar esta lógica del beneficio hacia la del bien común, ya no hay capitalismo. ¿ Como hacerlo ? ¿ Habla Domènech de empresas autogestionadas ? Más bien parece que la conclusión lógica de su discursos es que el mercado solo debería estar en manos de cooperativas y autónomos ( el trabajo asalariado es esclavitud parcial, dice). Quizás, entonces, los servicios públicos estaría gestionados por funcionarios ( que no serían asalariados de un capitalista). La empresa autogestionaria sería solo posible en las cooperativas. Las empresas públicas no pueden ser autogestionarias porque deben seguir las líneas políticas decididas por las instituciones públicas democráticas. Podríamos pensar entonces en unas sociedades con servicios e instituciones públicas fuertes, algunas internacionales, de las que un FMI democrático y la ONU como fuerza de paz.
Tendríamos entonces una sociedad en la que algunos, voluntariamente,
trabajarían de manera autónoma o en cooperativas para conseguir más
recursos que los que da el gobierno a través de los servicios
públicos y la renta básica. Debería pensarse si esto es un ideal
socialista. En primer lugar porque creo, como John Sturat Mill, que
todo el mundo tiene una deuda con la sociedad. Deuda que debe cubrir
respetando los derechos de los otros y aportando un trabajo. Otra
cosa es que la noción de trabajo sea amplia. También que se
consolidaría una división entre dos grupos sociales, con niveles de
renta muy diferentes. No es que yo defienda un igualitarismo radical
pero no veo claro este planteamiento. Otra cosa es una renta mínima
para los que, por causas justificadas, no puedan trabajar.
Como siempre, materiales para el debate.
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