viernes, 13 de diciembre de 2013

HANNA ARENDT Y LA CRISIS DE AUTORIDAD




 Escrito por Luis Roca Jusmet

El tema de la Autoridad es un tema que preocupa e interesa especialmente a Hanna Arendt. Lo trata en diversos textos pero le dedica un breve y denso texto que se llama Qué es la Autoridad. Es un escrito muy interesante, claro y denso al mismo tiempo, que nos ofrece un excelente material para pensar en diversos temas fundamentales para la sociedad y la política. Planteo en primer lugar un resumen de lo que formula y en segundo una serie de reflexiones críticas
La tesis de Hanna Arendt es que la Autoridad ha desparecido en la Modernidad en el terreno político, aunque continua en contextos prepolíticos, como la familia o la escuela.. Pero la esfera importante, central, es la de la Política. Hoy, dice Hanna Arendt, ya no existe la Autoridad en la política. Hay, además, una confusión entre Autoridad, Poder y Violencia. Pero hay que entender, dice la filósofa, que son esferas diferentes. Están además en tres registros temporales diferentes : Autoridad ( referida al pasado), Poder ( al presente) y Violencia ( al futuro). La Autoridad implica obediencia, no supone ni argumentación ni tampoco violencia. El poder es horizontal, ya que se comparte una capacidad, una potencia colectiva. La violencia es un instrumento que está en función de un fin que se busca.
La Autoridad supone un reconocimiento. La Autoridad no necesita persuasión ni fuerza para imponerse. El que tiene Autoridad la basa en el lugar que ocupa, en lo que representa. Implica obediencia porque proviene de la Tradición, considerada como actualización de unos orígenes míticos. Hay algo fundacional que conservar. La Autoridad es religiosa porque es un re-ligare, nos liga a algo que está más allá, en este caso a los orígenes.
Otra distinción es entre legitimidad y justificación. La legitimad está relacionada con la Autoridad. La legitimidad se basa en la Institución ( como en el Senado romano) o en la Constitución. Su Autoridad se basa en la Tradición, es decir ene el manteniendo de algo que se fundó, a la que se ele da un carácter religioso, en en sentido de re-ligare, de constitución de la Comunidad política como tal. Un golpe de Estado no es nunca legítimo porque se funda en la división y en el ruptura de la comunidad política. Solo puede establecer regímenes autoritarios, como hizo Franco. La autoridad es diferente del totalitarismo, que se basa en su propia lógica interna, en un Partido que se otorga la totalidad de la política y que se mantiene por la violencia. El totalitarismo es la forma moderna de negación de la Autoridad.
La justificación se basa en los fines ( futuro) mientras que la legitimidad se basa en el pasado. Este pasado es en la tradición republicana se la Ley aceptada y en la dictatorial, que es básicamente la monárquica, la filiación.
La cuestión final que plantea es que el Derecho debe ser civil, basado en la aceptación de las reglas del juego y en el establecimiento de derechos más que el penal, es decir en las penas y castigos por la transgresión de las normas. El Derecho debe basarse por tanto las leyes han de ser más directivas que coercitivas. Su garantía ha de estar en la Autoridad ( que viene del pasado, de los orígenes) que no de la violencia, que está orientada al futuro cumplimiento de las leyes.
Incluyo ahora una serie de reflexiones personales sobre diversas cuestiones planteadas.
La primera es sobre la diferencia entre autoridad, poder y violencia no la veo clar. Si la autoridad es un reconocimiento automático, que no necesita ni argumentación ni violencia, entonces la autoridad es antidemocrática. La democracia es argumentación y decisión sobre la base de lo que se argumenta, entre otras cosas. Es igualdad política. Una sociedad que se basa en la Autoridad, Tradición y Religión ( en el sentido amplio de Hanna Arendt) no es democrática en este sentido. Castoriaids lo vió claro. Democracia es autoinstitución, autocreación permanente, cuestionamiento de la autoridad y la tradición. Las sociedades que se basan en la Autoridad son Roma y la sociedad medieval, como dice la filósofa, pero también China. Hay unas relaciones jerárquicas inmediatas que se cumplen de manera automática. Una sociedad que contempla la Autoridad puede, como máximo, desde el punto de vista democrático, ser mixta.
Las revoluciones, dice Hanna Arendt, establecen una nueva Autoridad. Pero como dice Paul Ricoeur, las bases revolucionarias de establecimiento una nueva autoridad son ambiguas. Volvemos al tema de Castoriadis, que lo problematizaría incluso en Grecia. La argumentación socava la Autoridad. Las revoluciones democráticas no pueden establecer ninguna Autoridad basada en la Tradición.
La diferencia entre Autoridad y Poder es cuestionable. La Autoridad es, entiendo, una relación de poder. Porque el poder es horizontal y es vertical, es individual y es grupal. Spinoza, por ejemplo, nos habla del poder individual, como capacidad ética, y del poder democrático, como el poder compartido que surge de la cooperación. Pero Foucault nos enseña que el poder funciona a muchos niveles y que se da en el momento en que alguien decide por otro. La Autoridad es así una relación de poder vertical pero voluntaria. Una servidumbre voluntaria, en definitiva. La Autoridad aparece idealizada en Hanna Arendt. En todo caso me parece que es una relación de poder pèrdida porque forma parte de un mundo perdido, el de la tradición. Otra cosa es recuperar de alguna manera una cierta continuidad con el pasado y, por tanto, la tradición. O plantear otro tipo de autoridad basado en el reconocimiento concreto y actual, pero no en una relación jerárquica. Hanna Arendt contempla el final de un mundo con cierta nostalgia. En este sentido le veo afinidad con el sociólogo Richar Sennett. Pero hay que inventarse algo nuevo porque lo único que queda es el neoliberalismo o formas de neoconservadurismo o autoritarismo. Todas ellas como formas de un sistema, que es el capitalismo, y de un liberalismo económico. Uno de los vacíos de Hanna Arendt es que no habla del capitalismo. No solo hay que hablar del capitalismo pero es el concepto fundamental para entender el mundo moderno.
La violencia aparece en la filósofa como un medio que puede justificarse pero que no tiene una legitimidad. Porque la legitimidad viene de los orígenes, es decir del pasado, pero no de un proyecto futuro basado en la ruptura. Me parece que se equivoca en su crítica a Webber, que considera la violencia como el monopolio necesario del Estado moderno. Sin violencia no hay Estado. Y muchas veces está en su propia constitución. Las bases de una sociedad pueden ser más o menos democráticas pero siempre hay un grado d eviolencia en su formación y en su mantenimiento. El conflicto existe y hay que buscar un espacio simbólico para resolverlo. En este sentido la idea de comunidad política de Hanna Arendt es la base de planteamientos como el de Chantal Mouffé, que plantea transformar el antagonismo en agonismo. Esta es una de las grandes diferencias con Carl Schmitt, en su dialéctica irreductible del Amigo/Enemigo. Pero esta comunidad política es heterogénea, incompleta y hay gente fuera. Los que están fuera pueden estarlo porque no quieren entrar: aquí entra la violencia para neutralizar una acción que va contra los derechos establecidos. Aunque habría que pensar también en lo que señala Jacques Rancière cuando habla de los excluidos, de los "sin-parte", que serían los que hacen política realmente contra el orden jerárquico establecido. Me parece que ambas posiciones están demasiado polarizadas. En todo caso la comunidad política e siempre algo dinámico, imperfecto, con unos márgenes y con conflictos internos. Hay que plantear unas reglas del juego amplias e inclusivas, como dice Hanna Arend, que son las bases del Derecho. Pero las normas establecidas ., es decir las leyes positivas, no son directivas, son imperativas. El Derecho penal es entonces el complemento necesario para mantenerlas vivas. 
 La teoría política de Hanna Arendt es republicana, que yo consideraría un régimen mixto aristocrático-democrático. Es democrática su defensa de la Ley elaborada desde la soberanía popular y su defensa de la libertad. Es aristocrática esta idea de Autoridad que remite a los orígenes y una idea del político como alguién que presenta unas cualidades especiales. 

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