miércoles, 11 de diciembre de 2013

AMARYTA SEN : UN REFORMISMO DIGNO








    

Escrito por Luis Roca Jusmet 

Amartya Sen ( nacido en la India el 1933) recibió el Premio Nobel de  Economía ( 1998) por sus trabajos sobre la matemática aplicad a la economía. Pero en su ensayo Pobreza y hambruna: un ensayo sobre el derecho y la privación (Poverty and Famines: An Essay on Entitlements and Deprivation) introduce polémicamente  la cuestión de los valores en el análisis económico y demuestra que la causa del hambre no es la falta de alimentos sino su distribución desigual. El más interesante de los aportes de Sen en el desarrollo de los indicadores económicos y sociales es el concepto de capacidad. Un gobierno, dice, tiene que ser juzgado en función de las capacidades concretas que desarrollan sus ciudadanos. Por ejemplo, en los Estados Unidos, los ciudadanos tienen el derecho constitucional a votar. Para Sen esto no significa nada; él se pregunta si se reúnen todas las condiciones para que los ciudadanos puedan ejercer la capacidad de votar. Estas condiciones pueden ser de muchos tipos, desde el acceso a la formación política hasta el hecho de que los ciudadanos tengan medios de transporte para tener acceso a las urnas. Sólo cuando estas barreras estén superadas se puede decir que el ciudadano puede ejercer su elección personal. Las capacidades se enfocan como una libertad positiva : es la capacidad real de una persona de ser o de hacer algo. Critica de esta manera la prioridad que da el liberalismo político y la economía convencional a la libertad negativa, centrada simplemente en la no interferencia. Si tomamos por ejemplo la hambruna que se dio hace un tiempo en Bengala, nos dice, la libertad negativa de los trabajadores rurales para comprar alimento no se vio afectada. Sin embargo, murieron de hambre porque no estaban positivamente libres para hacer cualquier cosa: ellos no tenían la libertad de alimentarse ni la capacidad de escapar de la muerte. Me voy a centrar en tres tesis defendidas por Sen. La primera es que las identidades culturales únicas son ficciones que conducen a la violencia. La segunda que la democracia es un valor necesario y universal. La tercera que hay que defender una globalización positiva.



 En su libro Identidad y violencia. La ilusión del destino ( Katz, 2008) Amaryrta Sen critica radicalmente la identidad única .La cuestión nuclear, como el mismo título indica, es el análisis crítico de la creación de una identidad artificialmente única. Lo que hace esta construcción imaginaria es crear la ilusión colectiva de un destino. Esta ilusión acaba empujando a sus seguidores a una violencia irracional. Este proceso, nos muestra el autor,  no es espontáneo ni natural : esta orquestado por líderes oportunistas  que lo construyen para defender parcelas de poder desde las que defender sus propios intereses económicos y políticos. La historia nos ha demostrado como se puede manipular a las masas hasta llevarlas a una locura colectiva cuyas consecuencias son masacres masivas e indiscriminadas ( Bosnia, Ruanda...). Amartya Sen plantea que hay que hacer una crítica radical a la ideología que sostiene estos planteamientos. Esta debe basarse en la visión de que no estamos definidos por una identidad cultural única. En realidad, nos dice el autor, tenemos a la vez muchas identidades. Cuando nos olvidamos de esta pluralidad de filiaciones caemos necesariamente en la unilateralidad y en el sectarismo. La propia idea de civilización, tan utilizada actualmente es, además de oportunista errónea,  porque es producto de esta lógica ilusoria, y no solo cuando se habla de guerra de civilizaciones sino también cuando se habla de alianza, ya que estas civilizaciones como nos demuestra Sen con paciencia y rigor, en verdad no existen  Y en este marco la peor definición de civilización es la  que se la confunde con la religión, ya que cualquier análisis histórico y sociológico pone de manifiesto que esta identificación es falsa. Por lo tanto es un error mantenerse en este registro y contraponer, por ejemplo, al Islam fundamentalista un Islam tolerante. Lo que hay que hacer entonces es salir de este círculo vicioso y  buscar otros referentes del individuo ( políticos, sociales, personales ) que lo saquen de las   identidades religiosas. No se trata , por ejemplo, de que las autoridades políticas discutan con el representante de la comunidad pakistaní porque este colectivo no forma ninguna unidad, ya que está constituido por ciudadanos que pueden elegir no seguir las tradiciones originarias. Aquí está su crítica al multiculturalismo, la de diluir la figura del ciudadano libre en la de la comunidad cerrada e identitaria. Sen también critica el planteamiento comunitarista, que aunque parte del bienintencionado propósito de defender las identidades colectivas, acaba negando la capacidad personal de elegir  y  supeditando al sujeto a su grupo cultural originario. El caso de su país de origen, India, plantea una riqueza casuística particularmente interesante, generalmente desconocida por los lectores occidentales, por muy ilustrados que sean. 
   Amartya Sen defiende la democracia como un valor universal con raíces globales en los dos primeros artículos del libro El valor de la democracia ( El Viejo Topo, 2009). En primer lugar considera que la democracia no es un invento europeo, en contra de lo que plantean otros pensadores de izquierda como Cornelius Castoriadis. Par éste la democracia es autocreación, es la experiencia de una sociedad que decide sobre sí misma, sobre su ley, sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y lo que no. Esto ocurre únicamente en Grecia, en la Europa moderna y en EEUU. Para Sen lo que define a la democracia es el debate público y la libertad política. Tanto uno como otro se dan en diferentes sociedades, lugares y momentos en todos los continentes. Tampoco está de acuerdo con Claude Lefort que la democracia sea contraria a la certeza de la tradición, que implique la incertidumbre. Lo que supone es debate, no problematización. Con quien puede ser compatible es con sociólogos historiadores tan fundamentales como Charles Tilly. Aunque éste ha estudiado la experiencia democrática como una lucha básicamente de la Europa Moderna sí la considera vinculada a la consulta, el debate y a la libertad, como Sen. Tampoco coincide con planteamientos radicales como lo de Jacques Rancière, para quien la democracia es la lucha por la igualdad política de los sin-parte, de los que cuestionan la distribución policial de los lugares establecido por el orden social.
Esta idea de la democracia también puede entenderse como un elemento clave de lo que Immanuel Wallernstein llama el universalismo universal, en contra del universalismo europeo. También la ciencia y la técnica son para Sen resultado de un proceso global y no de una ideología europea. Estaría en la línea de lo que dijeron algunos científicos y filósofos de la ciencia como Joseph Needhman, que entendió la ciencia y la técnica moderna como producto de aportaciones no europeas, como la de China. Igualmente hay una crítica muy potente de Sen a los prejuicios que oponen el crecimiento económico a la democracia y la libertad en los países emergentes. Su comparación de la India y China resulta, en este sentido, muy instructiva.
                    
     Defensa de la globalización
  La defensa que realiza Sen de la globalización la podemos extraer de los dos libros anteriores. Está, por una parte, como idea latente en su crítica de la identidad única. Sen defiende la identidad universal basado en las singularidades contra las identidades particulares cerradas. Para Sen las identidades son heterogéneas y no homogéneas y han de contemplarse desde una visión cosmopolita. Este cosmopolitismo coincide con pensadores éticos como Kenneth W. Apppiah, afincado en Europa pero de origen africano.
Sen desarrolla la defensa de la globalización sobre todo en el tercer artículo de El valor de la democracia, titulado "Juicios sobre la globalización". Considera que la economía de mercado es la mejor garantía de la globalización y que ésta es la que nos pone en las mejores condiciones  para organizar un mundo más justo. Son las instituciones las que deben regular el mercado desde una justicia distributiva, una igualdad de oportunidades y un desarrollo de las capacidades. Cree que los antiglobalizadores se equivocan cuando se autodefinen así , ya que en ellos mismos constituyen un movimiento globalizador que lucha por otra manera de producción, organización y distribución de los recursos. Considera que los auténticos antiglobalizadores  son, en cambio, los reaccionarios que defienden sus pequeños privilegios locales. La globalización es vista por Sen como una oportunidad para desarrollar las capacidades humanas, solo falta poner las condiciones políticas, morales y éticas para conseguirlo. La economía de mercado también la ve como un motor del desarrollo económico y tecnológicos que lo que sí necesita es ser regulado.
 Amartya Sen es un reformista radical y sincero, que no es poco. En un mundo donde predominan revolucionarios de salón y supuestos reformista que son simples gestores del capitalismo es de agradecer el compromiso real de personas que se implican en luchar por un mundo mejor. Si califico a Sen de reformista y no un revolucionario es porque para Sen hay que transformar la economía de mercado globalizada a partir de una intervención política orientada al desarrollo de las capacidades de todos los ciudadanos, a la igualdad de oportunidades. La opción política de Sen consiste en mantener una economía de mercado pero con una política valiente referida a las patentes, las barreras comerciales, la deuda externa de los países en desarrollo, los microcréditos, el comercio de armas. El problema es, por supuesto, si todas estas reformas y cambios que nos propone sensatamente Amartya Sen son compatibles con la lógica del capitalismo y ,en caso que no fuera, si éste los permitiría. Tampoco plantea una crítica clara al crecimiento en la línea de, por ejemplo, Tim Jackson en su libro Prosperidad sin crecimiento. Esto teniendo en cuenta que Jackson es también lo que podríamos llamar un reformista.
En todo caso me parece que hay que diferenciar los problemas reales de los que son puramente retóricos. Me refiero a que el dilema entre reforma o revolución, entre ser o no ser anticapitalista me parece que debe se superado. Si no lo hacemos podemos caer en discusiones metafísicas, en el peor sentido de la palabra. Lo que importa es que hay una globalización económica y cultural y hay que ver como afrontarla desde la izquierda. Hay que ver como regular la globalización en contra de los intereses del poder del gran capital, sobre todo financiero y al servicio de los ciudadanos. En este sentido la idea de capacidades de Sen es muy interesante. Hay que defender la democracia como valor universal, en esto también con Sen, y ver cual es su sentido emancipador. El problema no es el mercado sino que debe haber un poder político democrático al servicio del desarrollo de estas capacidades universales. Que la democracia debe ser una garantía de la universalidad de los derechos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es una buena referencia aunque no debe ser sacralizada y debe ser entendida como la reivindicación de unas condiciones de vida dignas para todo el mundo, empezando por las condiciones materiales. Aunque siempre he defendido que la ética, la moral y la política son cuestiones diferentes también considero que deben ir ligadas entre sí de una manera clara. Como decía Paul Ricouer, que tampoco era ningún revolucionario : " Una vida digna, con los otros, y con instituciones justas".
Gente como Sen puede calificarse de socialdemócrata o incluso de liberal. Pero en todo caso en el mejor sentido de la palabra, que nada tiene que ver con el neoliberalismo imperante. Es, por tanto, un amigo, no un adversario de la izquierda. Con el que, por supuesto, debemos discutir, pero que tiene mucho que aportar.


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