miércoles, 22 de junio de 2016

LA LIBERTAD REPUBLICANA






Escrito por Luis Roca Jusmet

Un conocido mío, muy izquierdista él, me dijo que Philip Pettit era un "republicano de derechas". Parece mentira como se instalan los prejuicios en nuestro imaginario. Este comentario me había prevenido contra la lectura de Pettit,  sin  ni siquiera darme cuenta. Dado que José Luis Moreno Pestaña, un amigo mío lúcido y con gran libertad de juicio, lo citaba en varios de sus fecundos escritos, me animé a leerlo. He leído una parte de "Libertad y gobierno : republicanismo. Me he encontrado con un trabajo denso y muy interesante. Voy a resumir aquí la primera parte, la que habla de la libertad republicana, y plantear algunas reflexiones que me sugiere.
 Pettit plantea que quiere salir de un falso dilema: el que estableció Benjamín Constant al discriminar entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos. A la primera le llamó libertad positiva y a la segunda libertad negativa, distinción que ha sido muy aceptada en el mundo académico. La libertad positiva es la posibilidad de participar en la vida comunitaria y la libertad negativa la de sufrir interferencias externas para hacer lo que uno decide. Hay también en la libertad positiva, la de los antiguos, una concepción del autodominio personal : no ser ni un esclavo de las propias pasiones ni de los otros. Es, por tanto, una concepción más comunitarista y más virtuosa. La libertad de los modernos es la que defienden los liberales, por ejemplo Isaac Berlín, y parte de una visión individualista del ser humano y de la importancia que cada cual pueda realizar su proyecto personal.

domingo, 19 de junio de 2016

LA TEORIA POLÍTICA DE SPINOZA





Escrito por Luis Roca Jusmet



  Baruch Spinoza siempre estuvo interesado teórica y prácticamente por la política. La política complementaba su ética y no se se plantea una moral, en el sentido de un código normativo, de unas obligaciones a seguir con respecto a los otros. Hay una propuesta ética que el mismo Spinoza considera un camino difícil y, por tanto, en el que no hay que basarse para construir una alternativa política. Por el contrario, no hemos de partir de humano más perfeccionado de lo que realmente son. Los humanos son sujetos sometidos a sus pasiones. Este le coloca en la tradición de la política realista de Maquiavelo y Hobbes y en contra de utopías como la de Tomás Moro.

Spinoza sufre la intransigencia religiosa de los calvinistas y la política de los Orange. Pero vive una temporada en la que el gran pensionado de Holanda es un liberal, Jan de Witt. Spinoza se posiciona a su favor y deja incluso la redacción de la Ética para escribir su Tratado teológico-político. En el libro pretende sentar las bases para la emancipación de la política de la religión y de la política de los autoritarismos. Lo que quiere defender de manera radical es la libertad de expresión. En los últimos capítulos del libro Spinoza formula su concepción sobre los fundamentos del Estado. Parte del derecho natural, como aquello a lo que nos lleva el conatus, que tendrán una orientación básicamente irracional y nos enfrentará unos con otros, Contra el derecho natural queremos, también por el conatus, conseguir seguridad para vivir sin el peligro de ser atacados por los otros, que podrían seguir un conatus irracional regido por ideas inadecuadas como la avaricia, la soberbia, la venganza o la envidia. Esto nos lleva renunciar al derecho natural a cambio del derecho civil, es decir, de la ley. Este contrato social no implica, como en Hobbes, cambiar libertad por seguridad. No lo implica porque la libertad la entiende Spinoza de una manera diferente que Hobbes. No es la libertad natural de hacer lo que queremos de manera inmediata. A esto Spinoza no lo llama libertad. La libertad, es, por el contrario, el resultado de un trabajo de transformación. Esto tanto a nivel individual como social, es la capacidad de ser guiados por la razón y superar las pasiones. Pero a nivel política no se puede esperar que los ciudadano superen sus pasiones. La guía racional no depende de que los ciudadanos sean racionales ni que lo sean los gobernantes. Depende de que lo sean las leyes. Para ello es importante que las leyes están elaboradas por la multitud, por la mayoría. Esto nos lleva a su Tratado político, obra ´póstuma que desgraciadamente interrumpió su muerte justo cuando estaba desarrollando el tema de la democracia Porque la primera parte de esta libro es una profundización de lo que ya anticipó en el Tratado teológico-político y la segunda es un análisis de las tres formas posibles de gobierno : monarquía, aristocracia y democracia.

RENOVAR LA SOCIALDEMOCRACIA




La cuarta socialdemocracia. Dos crisis y una esperanza

Agustín Basave

(presentación de Rolando Cordera y prólogo de Ludolfo Paramio)

 Los que, como yo mismo, formamos parte de una generación que, en los años 70, se formó a partir de una marxismo althusseriano o troskysta, heredamos una idea de la socialdemocracia absolutamente negativa. Aparecía como el mejor gestor, y por tanto el más peligroso, del capitalismo. Me ha costado mucho cambiar el chip y entender que la socialdemocracia, con sus luces y sombras, es una tradición fundamental de la izquierda democrática. Tuvo que aparecer un historiador de izquierdas, tan lúcido como comprometido, Tony Jud, para reivindicar sin complejos esta alternativa. Aunque no fue el único, y hay que reconocer el trabajo realizado en nuestro país por gente como José Luis Monereo, que se hizo cargo de una magnífica edición del principal libro teórico del fundador de la socialdemocracia, Eduard Bernstein (“El socialismo evolucionista”) y escribió él mismo un libro muy interesante sobre “La crisis de la socialdemocracia”.
El libro que nos ocupa está escrito por Agustín Basave, académico y político mexicano, y es un elogio de la socialdemocracia, a la que considera la única tradición que, subsanando sus errores, puede ofrecer una alternativa deseable y posible en esta economía-mundo capitalista tan devastadora que vivimos actualmente. Basave nos habla de las tres etapas que ha vivido la socialdemocracia y nos propone un nuevo horizonte que daría lugar a lo que él llama la cuarta socialdemocracia. La primera fase era justamente la de sus inicios, con este Bernstein que quería alejar al SPD de su tanto de su dogmatismo marxista como de su sectarismo, pero que no supo romper de manera radical con Marx y asumir el liberalismo político de una manera clara y explícita. La segunda fase es la que debe servirnos como referencia, que es la que se configura en Europa después de la Segunda Guerra Mundial a través del pacto social que dará lugar al Estado del Bienestar, a los derechos laborales, al sufragio universal, a la igualdad de derechos y a la reducción de las desigualdades. Este planteamiento socialdemócrata influirá tanto a la derecha liberal como al comunismo, que acabará asumiendo a través del eurocomunismo los presupuestos básicos de la socialdemocracia. La Treintena gloriosa, entre 1945-1975, será un ejemplo de lo que se puede conseguir desde esta combinación de republicanismo, liberalismo y socialismo. El camino era asumir los principios de la democracia liberal y redistribuir la riqueza a través de los impuestos. Pero a partir de los años 70, asisitimos a la ofensiva neoliberal y a la ruptura del pacto social existente. La derecha neoliberal desmantela todo lo que puede el Estado del bienestar cuando gobierna, reduce los impuestos a los ricos y reduce los derechos de los trabajadores flexibilizando al máximo el mercado laboral. Lo peor es que la propaganda neoliberal acabará transformando a la propia socialdemocracia, que acabará asumiendo muchos de sus planteamientos. De esta forma, la tercera vía de Blair dejará de ser una alternativa al neoliberalismo al interiorizar su propia lógica. Todo esto hay que situarlo en un contexto muy preciso en el que se da un envejecimiento de la población europea (con todas las dificultades que implica para que las pensiones y los sistemas públicos de salud sean sostenibles) y de crisis económica. Pero hay aquí también una alianza de la derecha neoliberal y la izquierda radical, que desde planteamientos tercermundistas criticará también la opción socialdemócrata. Todo ello lleva a la victoria de los axiomas neoliberales: desregularizar el mercado, bajar los impuestos (sobre todo a los ricos), eliminar aranceles, y minimizar el estado de bienestar y privatizar los servicios. Nos encontramos, por lo tanto, con una primera etapa de surgimiento d ela opción socialdemócrata, una segunda de apogeo y una tercera de declive, que tiene nefastas consecuencias para el equilibrio democrático. La izquierda se derechiza y la sociedad, paradójicamente, se izquierdiza. Hay un serio desprestigio del Estado y de la democracia.. La democracia liberal se convierte en una mercadocracia en el marco ideológico de la ilusión del paraíso consumista, del individualismo competitivo y una exaltación de lo privado contra lo público. Las consecuencias, como sabemos, son nefastas: paro, pobreza, aumento de la desigualdad, distanciamiento de las élites políticas de la sociedad. Aparecen entonces toda una serie de movimientos espontáneos y críticos, que exigen una democracia real y más justicia social.